sábado, 15 de agosto de 2009

UNIFICACIÓN DE BLOGS (VII): TU CASA ES DONDE TE QUIEREN

La legalización del matrimonio homosexual, allá por julio de 2005, levantó tremendas ampollas entre algunos sectores conservadores de la sociedad española. En concreto, la Iglesia "tomó las armas" y llamó al frente a los católicos para defender la sagrada institución de la familia, según ellos vilipendiada y agredida por leyes como ésta.

Resultaba bastante agobiante, al menos para mí, ver los informativos plagados de declaraciones de la Conferencia Episcopal - y de su entonces voz máxima, Monseñor Rouco Varela - cargando contra esta ley. Las manifestaciones del Foro de la Familia y organizaciones similares me producían urticaria emocional - si es que eso existe - y unas tremendas ganas de gritar (debe ser uno de los síntomas de la urticaria emocional, me temo).

Cuando algo me solivianta de la manera en que estos sucesos lo hacían, siempre me da por meditar sobre el problema. Es cierto que tengo una forma de ser bastante impulsiva, pero trato de que no se muestre en todo su furor excepto en el ámbito privado. Nunca escribiría en mi blog un post de opinión sin haber pensado antes largamente sobre el tema que tratará.

Este post no trata sobre el matrimonio homosexual, que a mi modo de ver, es sólo un aspecto de algo mucho más amplio: la definición del concepto "familia". No es cuestión baladí: también los heterosexuales nos vemos implicados en esta discusión. La cuestión es si nos plegamos al concepto tradicional de familia - que la tradición judeo-cristiana nos ha impuesto - o si aceptamos un concepto mucho más abierto.

Estas son mis reflexiones al respecto, en el último post de unificación de blogs.



TU CASA ES DONDE TE QUIEREN

La familia.... ¿verdad que resulta increible que algo tan común haya sido últimamente sometido a los más enconados y encendidos debates? Desde sectores cercanos a la Iglesia se asegura que la sociedad actual va directa al caos más absoluto y demencial por culpa de la disgregación de esta sagrada institución que, según el incontestable libro del Génesis, Dios instituyó al principio de los tiempos. Se ensalza la familia como célula básica de la sociedad, irrompible, intachable y fija de por vida. Para ello se propone la familia cristiana como modelo insustituible, ya se sabe: el padre, la madre, los hijos (cuantos más, mejor) y los abuelos (porque eso de que los ancianos se vayan a una residencia limpia, alegre y donde se les atiende divinamente es la mayor de las crueldades). Ésta es la familia cristiana, la única válida, la tradicional, la de toda la vida. Se nos presenta como un acogedor nido de felicidad, repleto de comprensión y cariño. Se tapan, por tanto, tragedias y atrocidades de todo tipo que, aunque nos la intenten dar con queso, sabemos que se producen "hasta en las mejores familias". En contraste con este apacible remanso de paz, se opone la crueldad de los tiempos actuales: familias rotas, niños abandonados, víctimas de las luchas de sus padres y, por supuesto, la mayor de las lacras, esas "uniones raras" como los matrimonios homosexuales o la simple convivencia de una pareja. Visto así, cualquiera se alinearía en las filas de la familia tradicional sin pensarlo un momento, para atajar el caos que se nos avecina.
Pero, por favor, antes de tomar la bayoneta y apuntarse al Foro de la Familia para defender España de la corrupción moral más flagrante, tal vez sea recomendable revisar el concepto de familia. ¿Qué es una familia? Tal vez tras este análisis, llegaríamos a la conclusión de que la familia cristiana es un concepto demasiado cerrado. Yo enfocaré el análisis desde un punto de vista muy sencillo, concretamente desde donde surgió este artículo: una frase de una miniserie.
No sabría concretar cuándo vi "Queen, las raíces", sólo sé que por aquel entonces ni siquiera iba a la Universidad, con lo que puedo asegurar que ha pasado ya un tiempo respetable. Trataba de la vida de una de las antepasadas de Alex Haley, el célebre autor de "Raíces". La miniserie en general me impactó bastante, pero lo que más recuerdo de ella, a pesar del tiempo transcurrido, es la frase que da nombre a este artículo y, por supuesto, el contexto en que la protagonista la pronuncia. Queen es hija de una esclava negra y del hacendado de la plantación de algodón donde trabajaba su madre, algo bastante trágico para aquella época y, sospecho, más común de lo que se pudiera pensar. La niña nacida de esta unión es rechazada por los blancos y por los negros (ya se sabe, no es lo suficientemente blanca, ni lo suficientemente negra) y desde pequeña ha de luchar por encontrar su lugar en el mundo. Es admitida por su padre para que haga compañía a su hija legítima (porque, por supuesto,el padre tenía una hija legítima, que los hacendados sureños eran gente muy cristiana y muy decente, faltaría más), pero desde el principio ha de hacer frente a la animadversión de la esposa legal. Ésta logra que Queen abandone la plantación casi al final de la guerra de Secesión, tras la muerte de su única hija, a la que la joven esclava había acompañado durante gran parte de su infancia y adolescencia. Así comienza un duro y azaroso viaje en busca de un lugar al que pertenecer.
Muchos años después, ya establecida en su hogar definitivo, casada y con dos hijos, de los cuales sólo el segundo es fruto de su matrimonio, Queen recibe la noticia de la muerte de su padre, y se traslada con sus dos hijos a la plantación para acudir a su funeral. Allí todo ha cambiado: la prosperidad de antaño se ha trocado en ruina, y la casa central, otrora magnífica con su escalera de mármol, sus cortinas y su excelente decoración no es más que un lugar frío y triste. Por la escalera de mármol desciende la esposa legal para recibirla: va vestida de negro y presenta un semblante amargado; en la mano lleva una copa. Ha estado bebiendo, ¿para ahogar las penas por la muerte de su esposo? Algo en su actitud y sus palabras nos dicen que no. Arroja a Queen de sus propiedades con malos modos, dejando claro que no pertenece a ese lugar, que nunca ha pertenecido a él. Ella sale de la plantación con sus hijos. Uno de ellos, seguramente extrañado al sentir el contraste entre lo que su madre le relataba sobre esa casa y la cruda realidad, le pregunta "Pero, mamá ¿no es ésta tu casa?" La madre responde entonces firmemente "No, hijo, tu casa es donde te quieren".
Creo que es una premisa tan clara que nadie le pondría objeciones. El ser humano lucha siempre por sentirse querido, y toda la psicología nos dice que un niño sólo será feliz si se encuentra rodeado de afecto. Sería absurdo suponer que sólo una familia que se ajuste a los cánones eclesiásticos es capaz de crear ese ambiente de afecto. Es más, la experiencia nos dice todo lo contrario: a lo largo de años, de siglos, tras la fachada de muchas honorables e irreprochables familias cristianas se ocultaba todo un tormento de desamor, de indiferencia, de maltrato, de sometimiento. Desengañémonos: el ser humano tiene las mismas pasiones hoy que en el pasado. También en el pasado ha existido el desamor, los matrimonios desgastados por el tiempo, los maltratadores... Todo lo que de verdad desgasta a la familia es muy viejo, pero hasta ahora se mantenía oculto. Hasta hace bien poco se sonreía de puertas hacia afuera a pesar de las ganas de llorar o de huir, se maquillaban hematomas delatores, pasiones prohibidas e inclinaciones que todavía algunos siguen considerando enfermizas. Tras esta reflexión, ¿qué debemos pensar que teme la Iglesia, los ataques a la familia o el descubrimiento de la podredumbre interna de tantos y tantos sepulcros blanqueados?
Yo apoyo a la familia, por supuesto. Me parece que es uno de los pilares más efectivos del ser humano, y a menudo su única fuente de cariño. Pero por eso mismo apoyo a las familias en que sus lazos únicamente son los del afecto, no los de las convenciones humanas (que no divinas) o los de la firma antes del convite en el salón de bodas.
Recientemente he leído un artículo en el País Semanal sobre la sociedad de Islandia. Es un país que registra unas altas tasas de divorcio, y unos niveles todavía más altos de felicidad y optimismo de sus pobladores. Paradójico, ¿verdad? Muchas de las familias islandesas están compuestas por un complejo mosaico de hijos de varias relaciones y, sin embargo, el engranaje funciona. Según algunos testimonios que leí, los islandeses prefieren abandonar una relación cuando no funciona que obligarse a la tortura de permanecer atados para siempre. ¿Y los niños?
En Islandia se cuida enormemente de ellos: aunque los padres estén separados, los niños cuentan con la seguridad total del afecto de toda su familia, no estarán solos ni abandonados, y generalmente se llega a la custodia compartida, por lo que a los chavales jamás le faltará ni su madre, ni su padre. Ya sé que suena a utopía, pero parece confirmar lo que he defendido a lo largo de este artículo: Que el amor, y sólo el amor, es lo que importa en la familia. Que la verdadera familia es aquella que es capaz de transmitir afecto a sus miembros. En definitiva, que es capaz de cumplir con el que es, al fin y al cabo, su propósito originario.

UNIFICACIÓN DE BLOGS (VI): COSAS DE LA CASUALIDAD

Existen post que tan solo pueden ser productos de un estado de ánimo muy concreto. Éste lo fue. Al igual que "En la ciudad de los muertos", también fue inspirado por una película del grupo de cine que formamos en el instituto. Recuerdo que algunas de las películas tenían un claro objetivo didáctico, y otras parecían escogidas sólo para que el auditorio disfrutara (o no). "Algo en común" fue una de estas películas de objetivo didáctico poco claro, como no fuera una clara invitación a vivir de verdad y a tomar riesgos. Visto lo visto con esta sociedad actual, no sólo sería recomendable para los chavales del instituto - que también - sino para cualquiera de nosotros, que a menudo andamos sumergidos en nuestra propia modorra vital.


Pero no fue tan solo la peli lo que configuró este post. Como ya he dicho, fue el resultado directo de un estado de ánimo. La película tan solo contribuyó a hacerlo más patente, a darle alas. Como cuando en "Amelie" se dice en una escena: "Amelie tiene de repente la extraña sensación de estar en total armonía consigo misma; en ese instante todo es perfecto: la suavidad de la luz, el ligero perfume del aire, el pausado rumor de la ciudad... inspira profundamente y la vida ahora le parece tan sencilla y transparente que un arrebato de amor, parecido a un deseo de ayudar a toda la Humanidad, la invade de golpe". Es ligereza y transparencia de ánimo, es una extraña premonición de que algo maravilloso está a punto de suceder - aunque luego, nunca suceda - que te deja con un humor casi etéreo, flotante.


Esa sensación es lo más parecido que conozco a la felicidad. Tal vez sea la felicidad misma. Sólo por eso, este post merecía la pena.



COSAS DE LA CASUALIDAD



Tal vez sean casualidades, pero es curioso como a veces los sucesos se alinean. O tal vez seamos nosotros quienes buscamos esa alineación, aislando partes con sentido en el remolino de la existencia. Tal vez fue eso lo que pasó. No es que sea importante en este caso, ni siquiera digno de mención. Tal vez no debería dedicarle un artículo, pero ahí va.



La concatenación de estos sucesos comenzó el viernes de la semana pasada, cuando mi prima me pidió ayuda para realizar un resumen del capítulo que le había tocado en suerte del libro que está leyendo toda su clase. Mi prima va a 1º ESO, y como a la mayoría de los chavales de su edad, no le llama especialmente la atención el negro sobre el blanco. Una pena, por supuesto, imagino que una pantalla de colorines con marcianitos dando saltos o una conversación superficial en el messenger les resultan más atractivas. También he de reconocer que el libro tenía un nivel un pelín elevado para su edad, o al menos conforme está el patio. Mi prima acudió puntualmente el sábado con su libro y un lápiz (mucho más puntual que yo, que me quedé dormida), y comenzó con la lectura de un fragmento ciertamente interesante, pero que al interrumpir cada dos por tres para preguntar el significado de varias palabras se hizo casi eterno. Lo graciosos fue que al final de la lectura mi prima se declaró pillada por la historia (si es que es lo que tienen algunos libros...). Casualmente, mi hermana le dijo que cuando estaba en la ESO le pasó algo parecido con otro libro que al final le encantó, "Caperucita en Manhattan". Lo sacó de su lugar en la estantería para mostrárselo, y cuando mi prima se marchó, el libro quedó abandonado por ahí. Como casi todo lo que tenga letras es un reclamo para mí, lo rescaté y comencé a hojearlo. Me llamó la atención un apartado al final, en el que se recomendaban otros libros relacionados con la temática de "Caperucita en Manhattan". Dos de ellos pertenecían a Erich Fromm, un pensador de origen alemán; eran "El miedo a la libertad" y "El arte de amar". Me hice con los dos y los miré por encima.



En "El arte de amar" encontré la teoría de Fromm sobre el amor, basado, según él, en una comunicación entre seres libres e iguales (además de un jugoso texto sobre el capitalismo y el consumismo que mis alumnos de ética tuvieron que padecer). Dejaba fuera de la definición de amor las relaciones en que uno de los miembros se erigía como "protector", "guía" o "señor" del otro, y en la cual el otro se siente siempre en relación de inferioridad. También excluía las relaciones "mercantilistas" en las que una persona busca a otra que comparta sus mismos "intereses" (curiosa palabra para usar cuando hablamos de amor), tenga gustos parecidos y que lo "enriquezca" en la misma medida en que ésa persona lo hace. Es decir, un "toma y daca", yo hago esto por ti si tú haces lo otro por mí. De esa manera, voy por el mundo buscando a alguien que reúna varias de mis condiciones al mismo tiempo que sea accesible dada mi situación en el mercado sentimental (¿quién no ha oído nunca la frase "es que él/ella no puede aspirar a alguien más..." ? En los puntos suspensivos van adjetivos como guapo/-a, inteligente... e incluso rico/-a). Pues bien, según Fromm, nada de esto sería amor. El amor simplemente sería una comunicación de la intimidad a otra persona que nos comunica la suya y, por supuesto, en la aceptación total de la otra persona. En los dos primeros casos, según Fromm, nunca conoceríamos el verdadero interior de la otra persona, su "yo" especial y único, y por tanto, no podríamos superar la sensación de soledad que nos amarga la vida cotidiana.


Así que hasta ahora tenemos una concatenación que comienza con el libro de lectura de mi prima y termina con la teoría de Fromm sobre el amor y la comunicación... pero aún hay más, porque este jueves, en el grupo de cine, vimos una película que en cada uno de sus fotogramas me recordaba al señor Fromm y su libro.


"Algo en común" es la ópera prima de Zach Braff, que al mismo tiempo es el actor principal. Interpreta a un joven de veintiséis años que vaga por la vida adormilado a base de litio, que su padre, que actúa asimismo como su psiquiatra, insiste en administrarle. Lleva nueve años fuera de casa, y aunque ha trabajado como actor - su verdadera vocación - en el momento en que comienza la película sirve comida en un restaurante. Su vida está inmerse en una atonía sin sentido, una vacuidad que le impide mostrar ningún sentimiento o sentirlos siquiera. Todo cambia cuando su madre muere - tal vez como resultado de un suicidio - y el joven Lange (así se llama el personaje) vuelve a casa para asistir a su entierro. Al volver a New Yersey, a su barrio de siempre, se reencuentra con los viejos amigos, que van por la vida casi tan aturdidos como él, en trabajos absurdos y en orgías pretendidamente divertidas en las que los porros y el sexo son los principales protagonistas. Como telón de fondo, la presencia culpabilizadora y rígida de su padre, que Lange intenta esquivar.


Pero de repente, por casualidad, y contra todo pronóstico, Lange conoce a Samantha (interpretada por Natalie Portman), una joven vital que revoluciona todo su universo y le devuelve la capacidad de sentir y de ver su rumbo en la vida. Y es en esta relación donde Zach Braff se luce: a través de diálogos certeros, los personajes van desnudando su intimidad, sus miedos y problemas cotidianos, lo que constituye su verdadero yo. Hablan, sin más pretensiones - que es la mejor forma de hablar - y a través de su intimidad compartida, llegan a amarse. La soledad personal retrocede fente a su gran enemiga, la auténtica comunicación. El título, "Algo en común", no hace referencia en modo alguno a una relación mercantilista, sino todo lo contrario: Lange y Sam son muy diferentes, lo único que tienen en común es ese amor que han construido.
La comunicación, el diálogo... ¡Qué lejos quedan! Con nuestras prisas, nuestra ansia por conseguir las cosas ya, rápidamente, nuestra manía de encasillar a los seres, al igual que a las cosas, en las categorías de "útiles" o "inútiles"... esa falta de verdaderos contactos, de verdadero amor (o de verdadera amistad) es lo que, según mi opinión, nos desmorona a diario, y al mismo tiempo, desmorona a la sociedad.


Y la película, como casi todo en la vida, me evoca una canción. ¿Otro eslabón en la cadena?




PARA QUE NO SE DUERMAN MIS SENTIDOS
(Manolo García)

Háblame en la hora calma de la media noche.
Háblame para que no se duerman mis sentidos, háblame
de lejanas tierras donde el único dios sea el sol,
donde se vive al rumor
de las hojas del sicómoro mecidas de brisa y calor.


Cuéntame fracasos, vida, rumbos de pintores locos,
háblame de la calima de las noches
cuando tu amante de amantes fui yo,
de Cartago a las puertas de Roma, de la Sevilla mora,
de claveles de revolución,
de las vueltas que da la tuerca,
de los amores que son prisión.

Va y viene mi alma de esponja,
viene y va si tú me hablas, si tú me cuentas cosas
Barquera, monte, montera...
Viene y va mi alma viajera
linda zagala, si me quisieras.
Va y viene linda barquera
si tú me miras de esa manera...
Háblame en la hora calma de la media noche.
Háblame para que no se duerman mis sentidos, háblame
de Cádiz fenicia, de la Córdoba que abrigaba su mezquita,
de Chagall o de los poetas andaluces del destierro
de porqué claveles para una revolución
de las vueltas que da la tuerca, de los amores que son prisión.

Va y viene mi alma de esponja,
viene y va si tú me hablas, si tú me cuentas cosas.
Va y viene mi alma guerrera,
Viene y va si tú me hablas,
si tú endulzas la espera
Barquera, monte, montera...
Viene y va mi alma viajera
linda zagala, si me quisieras...
Va y viene linda barquera
si me sonríes de esa manera...


Barquera, monte, montera...
Barquera, monte, montera...


Para que no se duerman los sentidos, como dormidos los tenía Lange. Y se despiertan con la palabra, con la comunicación, la base de todo. ¿Continuará la cadena? Quién sabe... son cosas de la casualidad.

jueves, 6 de agosto de 2009

UNIFICACIÓN DE BLOGS (V): LA MÁSCARA DE LA MUERTE ROJA, UN CUENTO SOCIAL

Para continuar con la unificación de blogs - ya que parece que hoy estoy en racha - aquí va otra entrega. Me encantó escribir sobre mi cuento favorito de Edgar Allan Poe. Este cuento es uno de los que mejor preparados tengo a la hora de contar, será porque siento cada una de sus palabras, y soy capaz de visualizar sus imágenes de forma natural. Tanta es mi afición por él que, cuando me lo preparé para contarlo por primera vez, hice un estudio del lenguaje que utilizaba y de todos sus giros. De ese estudio - no muy riguroso, que conste - nació este post. Desde entonces, he contado muchas veces "La máscara de la Muerte Roja" y he de decir que es uno de los que mis alumnos - mis únicos oyentes por el momento - más me solicitan.


LA MÁSCARA DE LA MUERTE ROJA, UN CUENTO SOCIAL



Leí por primera vez "La Máscara de la Muerte Roja" en un libro de historias de Edgar Alan Poe que me prestó mi profesora de inglés de 1º BUP. El libro, por supuesto, era en inglés, y no contenía la versión original del cuento, sino una especie de adaptación para principiantes. El relato que más me gustó fue, sin lugar a dudas, éste, y fue además el único que quedó en mi memoria. El libro lo dejé cuando estaba leyendo "El misterio de la casa Usher". Me cansé de buscar en el diccionario inglés-español palabras desconocidas a cada párrafo, y además, el librito tenía unas ilustraciones que daban bastante canguelo. He de admitir que nunca he tolerado bien demasiadas historias de terror seguidas.

Sin embargo, "La Máscara de la Muerte Roja" me fascinó, a pesar del incordio que supone leer en inglés y de las ilustraciones góticas que me ponían de los nervios. Poco después, volví a encontrarme con el relato donde menos podía haberlo sospechado... en una canción de Eros Ramazzotti. Para el que no se lo crea, que eche un vistazo a la letra de "Carta al futuro" y luego me cuente.

CARTA AL FUTURO
Eros Ramazzotti

Ésta es una vieja historia que
se contaba mucho tiempo atrás.
Es una vieja historia
pero algo te dirá.

Eran tiempos de oscuridad
cuando empezaba a soplar
el maldito viento
de una horrible enfermedad.

Fué así
que el príncipe pensó
encerrarse en su castillo
con amigos de verdad.
Fue así como pensó
quedarse dentro sin salir
hasta que cesara ya
todo aquel miedo
y toda aquella oscuridad.
En el castillo habìa alegría
y se estaba en buena compañía.
No faltó comida
y danzaban sin parar.

No podía nadie imaginar
que pudiese algún día llegar
el maldito viento
que les alcanzó al final.

Te escribo a ti
estas cosas que
son de un pasado que
nos parece no pasar.

Todo esto te escribí
a ti que pronto nacerás
y no se que sucederá
si este viento
habrá abandonado la ciudad...

Yo no sé que mundo encontrarás
pero en mi deseo tú serás
hijo de una nueva
y más justa humanidad.

Cantaba aquella canción como si estuviera contando un cuento, y salía de mí fluida, pues esa historia había pasado a formar parte de mi persona, sencillamente me encantaba. Años después, fue una de las historias que escogí para contarle a mis alumnos en uno de esos días tontos de finales de trimestre, y para proponer a partir de ella un juego de cadena de cuentos de esos que acaban en una sarta de disparates por la transmisión de boca en boca.
Cuando tras hacer un cursillo de cuentacuentos, tuve que hacer mi debut como narradora oral, en seguida pensé en "La máscara de la muerte roja" para contar a mi auditorio. Al final conté otro, porque había niños, pero en su preparación escribí un análisis del relato en el que me percaté de sus afinidades con la ideología bajomedieval que inspirabab las danzas de la muerte, la muerte niveladora, que se lleva tanto al rey como al campesino.
Me sorprendió que los personajes del príncipe Próspero y sus amigos no son tratados con benevolencia en el relato, no llegan a caer bien al lector. Se los caracteriza con mucha ambigüedad, con una adjetivación desconcertante, combinando los adjetivos positivos con otros que pueden tener una lectura diferente y peyorativa.

- Próspero: feliz, intrépido, sagaz, excéntrico, majestuoso, amor por lo extraño, gustos singulares, planes audaces y ardientes, ¿loco?, osado, robusto, enloquecido por la rabia y la vergüenza de su momentánea cobardía.
- Amigos de Próspero: robustos, desaprensivos, frenética concurrencia.
- Disfraces (aprobados por el príncipe): grotescos, brillantes, esplendorosos, picantes, fantasmagóricos, figuras de arabesco, incongruentes, fantasías delirantes como las que aman los maníacos, hermosos, extraños, licenciosos, terribles, repelentes, "una multitud de sueños", asamblea de fantasmas, mascarada desenfrenada.

Este aspecto del relato me sorprendió desde la primera ocasión en que lo leí, y siempre me pregunté por el motivo de este tratamiento de los "buenos". Tal vez un fragmento del texto lo explique: "Con precauciones semejantes, los cortesanos podían desafiar al contagio. Que el mundo exterior se las arreglara por su cuenta; entretanto, era locura afligirse o meditar. El príncipe había reunido todo lo necesario para los placeres. Había bufones, improvisadores, bailarines y músicos; había hermosura y vino. Todo eso y la seguridad estaban del lado de adentro. Afuera estaba la Muerte Roja". ¿Es tal vez ese Carpe Diem, esa indiferencia ante el horror de la enfermedad y la desgracia del prójimo lo que Allan Poe castiga con esta adjetivación ambigua y poco amable?

La impresión que el relato da al lector es de que tanto el príncipe como sus amigos escapan de la Muerte Roja por los privilegios de su extracción social, y tras leer los detalles de la fortificación tras la que se ocultan, nace junto al inicial sentimiento de alivio, una vaga sensación de injusticia, que se va acrecentando poco a poco. Hay algo muy sórdido en la manera en que Próspero y sus amigos escapan de la epidemia, de la horrible plaga que asola el país. Son un club de escogidos que, gracias a sus riquezas, se entregan a todos los placeres y escapan del horror, dejando fuera a todos los desdichados que no gozan de la amistad del príncipe. Resulta desalentadora la frase ya mencionada: "Que el mundo se las arreglara por su cuenta; entretanto, era locura afligirse o meditar"

De esta manera, el príncipe, cuyo deber es velar por el bienestar de su pueblo, buscar una solución a la plaga o intentar poner a sus súbditos a salvo, los abandona y se entrega al placer de su búnker personal con sus amigos. Es robusto, intrépido y sagaz, pero no usa ninguna de sus cualidades en el bien común, sino en su propio y egoísta beneficio. Y, por supuesto, no actúa como un abnegado héroe.

A mi entender, la irrupción de la Muerte Roja en la fiesta es una especie de elemento "nivelador", como se solía representar en las danzas de la muerte medievales: del rey al mendigo, todos eran iguales ante la gran niveladora. La Muerte Roja logra imponer la terrible justicia al final del cuento, y aunque cause terror o desaliento, en el fondo, el lector agradece esta justicia, el hecho de que los ricos, los poderosos, los que se sienten por encima del resto, no se salgan finalmente con la suya.
Por estas razones, "La máscara de la muerte roja" me parece un cuento social, uno de esos que contaría un campesino junto a la lumbre en las noches de invierno, teniendo como único remedio a su miseria la venganza y la justicia de la Gran Niveladora.

UNIFICACIÓN DE BLOGS (IV): EN LA CIUDAD DE LOS MUERTOS

Aquí va otra entrega de la unificación de mis dos blogs. Escribí esto el año pasado (tiene fecha del 8 de febrero de 2008) tras una sesión del grupo de cine que hacíamos en el instituto. Casi al igual que me ha sucedido ahora con "Los hijos de Húrin", en aquella ocasión la película que visionamos ("Las tortugas también vuelan") me dejó una profunda impresión, por lo que hube de dedicarle un post. Éste fue el resultado.



EN LA CIUDAD DE LOS MUERTOS



No podían creer que aquello pudiera estar pasando de verdad. Ésa fue la reacción generalizada de los alumnos que visualizaron "Las tortugas también vuelan". No les culpo: aunque yo no dudé de la autenticidad de los hechos que se relatan en la película, comprendo que es difícil aceptar que la realidad pueda llegar a ser tan cruda y despiadada.


"Las tortugas también vuelan" es una película del kurdo Bahman Ghobadi que se alzó con la Concha de Oro del último festival de cine de San Sebastián. Narra la vida diaria de unos niños kurdo-irakíes en un campo de refugiados de la frontera turca. Las condiciones de vida son duras y lamentables, y para "ganarse la vida" estos pequeños se dedican a desenterrar minas antipersona (creo que se entiende porqué he puesto lo de ganarse la vida entre comillas) que después venden o cambian en el mercado negro de las armas. Muchos de ellos están gravemente mutilados: a Pasheo le falta una pierna; a Hangao, los dos brazos. Pero ni la situación de penuria en la que viven ni sus deficiencias físicas les impiden jugar, demostrar auténtica alegría o sentir los primeros amores adolescentes. El mayor exponente de este optimismo es Satélite, un muchacho experto en instalación de antenas de televisión que intenta mantener informadas a las gentes del campo de refugiados de la tensa situación internacional. Satélite es el líder de los chavales del campo en su recogida diaria de minas antipersona y quien habla con los jefes del campo con un desparpajo que pone la nota de humor al film. Sus intentos de conquistar el amor de Astrin resultan enternecedores (las miradas de embobamiento que le lanza a la muchacha son de fábula).


Sin embargo, una historia ambientada en las semanas previas a la invasión americana de Irak, en un clima de expectación permanente por parte de un pueblo perdedor (los kurdos fueron perseguidos con saña por Sadam Hussein) no puede ser optimista. Al contrario, resulta de una crudeza escalofriante. Astrin es el rostro de la tragedia: llega al campamento tras huir del pueblo en que mataron a sus padres. Va acompañada de dos niños, Hangao y Rega, a los que parece unirla una relación fraterna. Hangao carece de brazos, Rega está ciego. Conforme se suceden los acontecimientos, nos enteramos del oscuro secreto de Astrin: Rega no es su hermano, sino su hijo, fruto de la violación de un soldado irakí. Entonces se comprende... su mirada cargada de tristeza, su comportamiento hosco, su rechazo a Satélite, los intentos reiterados de abandonar a Rega, sus fantasías de suicidio, y el terrible deselance de su historia.


Mi personaje favorito, Hangao. Su entereza a toda prueba lo convierte en el héroe de la pelicula. Hangao no tiene brazos, pero con una habilidad única y un valor que no dudaríamos en catalogar de temeridad, desentierra minas antipersona con la boca. Además, posee el don de la premonición, y sus premoniciones le llegan en apocalípticas visiones. Yo no imagino peor maldición que ver el futuro en su situación. Como un trasunto de la mítica Casandra, Hangao ve un terrible y desesperanzador porvenir que no puede cambiar (al igual que la desgraciada hija de Príamo veía la caída de su amada Troya sin poder hacer nada por impedirlo). Su valor y su determinación de seguir hacia adelante resultan estremecedores.


A pesar de las terribles verdades que cuenta, la película es hermosa. Los paisajes son muy bellos: el campo de refugiados jalonado de armas herrumbrosas, los cielos nublados, las desoladas llanuras... introducen al espectador en un ambiente casi onírico, de una melancolía muy acorde con los hechos relatados. Cabe destacar también la actuación de los niños, que no son actores profesionales, sino auténticos habitantes del pueblo en que se rodó, kurdos, realmente mutilados, huérfanos. Tal vez por ello sean capaces de transmitir esa tristeza tan honda en sus miradas.


La película permaneció en mi memoria varios días después de verla, transmitiéndome interrogantes incómodos, cuestiones a las que no sé encontrar respuesta. Por ejemplo, ¿Qué tiene Occidente qué decir a esto? ¿Podríamos juzgar tranquila y cómodamente las motivaciones de estos niños desde nuestros planteamientos acomodaticios y en demasiadas ocasiones claramente dogmáticos? La última escena es tal vez la mejor respuesta: Los americanos "salvadores" llegan al campo de refugiados y Satélite, que antes los idolatraba, se aleja sumido en un silencio amargo y desengañado.


Mientras veía la película, recordé una canción de Ismael Serrano en la que me he basado para poner título a este artículo. Tal vez la recordé porque hace referencia al mundo árabe, tal vez porque en situaciones tan extremas como las que este film relata, existir y morir no son conceptos tan enfrentados como podría parecer, porque muchos vivos quizá ya estén muertos.

LA CIUDAD DE LOS MUERTOS
(ISMAEL SERRANO)

En la ciudad de los muertos, donde crecen amapolas,
las mujeres tienden ropa sobre lápidas sin nombres,
los niños entre las tumbas juegan a salvar sus vidas
y se esconden de otros niños, del hambre o de escuadrones.
La ciudad de los muertos ya de mañana agoniza
y no hay quien les represente en las Naciones Unidas.
En todas las ciudades se habita un cementerio
donde se exilian los muertos.
En la ciudad de los muertos no se para el autobús,
cuando la parca se duerma el muerto cenará sin luz.
Un muerto que tirita porque allí siempre es invierno,
te ofrece un cigarrillo, te invita a su mausoleo.
Nadie les tiene en cuenta en el plan nacional,
ni al hacer las estadísticas del Banco Mundial.
En la ciudad de los muertos talaron todos los sauces,
es terreno edificable.
La ciudad de los muertos está rebosando vida
y óxido todas las puertas, la alambrada que lo cerca.
El latido de los muertos ha cruzado la autopista
y está acechando tu casa, quiere sentarse en tu mesa.
Los muertos tan vivos habitarán los palacios,
las calles y ministerios, y los Fondos Monetarios.
De carne y luz de otros tiempos vistieron sus esqueletos,
cansados ya de estar muertos,
de habitar tu cementerio.

lunes, 3 de agosto de 2009

SERES DE LEYENDA (II): LA LLORONA

La Llorona, de Delilah Montoya


RETAZOS DE UNA CANCIÓN

Dicen que no tengo duelo, llorona
porque no me ven llorar.
Hay muertos que no hacen ruido, llorona,
y es más grande su penar.

¡Ay de mí, llorona!
llorona de azul celeste.
Y aunque la vida me cueste, llorona,
no dejaré de quererte
.


Éstas son sólo dos estrofas de una canción sudamericana, la canción de La Llorona. Es un tema de raíces populares con innumerables versiones y aún más estrofas, muchas de ellas fruto de la inventiva de la gente común, una de esas canciones que pueden crecer y crecer a gusto del cantor.L
En casi todos los países de Centroamérica y muchos de Sudamérica se conoce el mito de la Llorona. Es una leyenda de raíces precolombinas, pero que comenzó a asentarse a partir de la conquista española en la forma que lo conocemos actualmente.



LA LEYENDA DE LA LLORONA

A mediados del siglo XVI, el antaño poderoso Imperio Azteca había sido conquistado por los españoles. Los vecinos de la antigua Tenochtitlán, la ciudad de México, se encerraban en sus casas tras el toque de queda. Fue entonces, coincidiendo con las noches de luna, que comenzaron a escuchar un prolongado y estremecedor lamento a eso de la medianoche. Aquel grito de angustia paralizaba los ánimos y los llenaba de terror.
Algunos, los más valientes – o los más locos – decidieron averiguar qué o quién emitía esos angustiosos lamentos. Sólo pudieron ver a una mujer de largos y desordenados cabellos, vestida de blanco y con un velo también blanco ocultando su rostro. Comprobaron que la misteriosa mujer vagaba por las calles hasta la Plaza Mayor y allí, mirando hacia el oriente, se arrodillaba y lanzaba el último y aterrador lamento, que helaba la sangre en las venas. Luego, puesta de nuevo en pie, continuaba caminando hacia el este, para desvanecerse al llegar a la orilla del lago.
Los lugareños intentaron explicar estos extraños sucesos y, sobre todo, el origen de la terrible pena de aquella mujer, y de esas explicaciones surgió la leyenda.


¿CUÁL ERA LA PENA DE LA LLORONA?

¿Quién era esta mujer y por qué lloraba? Existen varias explicaciones, pero la más común es la que cuenta la siguiente historia:
la Llorona era una bella mujer indígena que fue cortejada por un caballero español. Se enamoró locamente de él y juntos tuvieron varios hijos, pero él nunca le pedía matrimonio.
Un día, el caballero le dijo que volvía a España para casarse con una mujer española, una rica heredera que seguramente convenía más a sus intereses que la dulce pero pobre mujer indígena; además, se llevaría a sus hijos consigo.
La joven perdió la razón, y en un acceso de rabia, cogió a los niños y se los llevó al río, donde los ahogó. Después, según algunas versiones, murió de pena y dolor; según otras, se suicidó.
Al llegar a las puertas del Cielo, S. Pedro le dijo que podía entrar, porque había sufrido mucho, pero que antes debía rescatar las almas de sus hijos ahogados. Por eso, la Llorona vaga por el mundo llamando a sus hijos lastimeramente, y gritando “¡Mis hijos, mi hijos!”. A veces, cuando llega a un río o a un lago, busca con sus largos dedos en el fondo fangoso.
Por eso, los niños pequeños no deben acercarse a los ríos o lagos, porque la Llorona podría confundirlos con sus hijos y llevárselos.

Sin embargo, existen también otras versiones:
Algunas personas creen que la Llorona es el alma de la Malinche, una india que ayudó a Hernán Cortés en su conquista de México. Según esta leyenda, su alma condenada por la traición a su puebl vagaría por el mundo lamentándose. También podría ser una diosa azteca que llora por los indígenas, sus hijos, conquistados por los españoles.
En Chile, la Llorona, llamada Pucullén, es una mujer a la cual arrebataron su hijo pequeño. Anuncia la muerte y muestra a los difuntos el camino al Otro Mundo.
Según las leyendas costarricenses, la Llorona era una joven que quedó embarazada sin haberse casado y por eso abortó y lanzó a su hijo al río.
En Panamá, es una mujer jovial y amante de las fiestas y los bailes. Cuando se casó, su marido le prohibió volver a salir de fiesta. Pero cuando él se fue de viaje de negocios, aprovechó para irse a bailar. Como no tenía con quien dejar su bebé, se lo llevó colgado a la espalda. El niño le pesaba mucho, así que resolvió dejarlo a la vera del camino, bajo un mango, y recogerlo a la vuelta. Sin embargo, se desató una gran tormenta, y la riada arrastró al niño hacia el río, donde murió ahogado. La joven fue maldecida por Dios por su irresponsabilidad, transformada en un monstruo horrible y condenada a vagar por toda la eternidad buscando a su hijo.

En otras historias, la Llorona es una novia que muere antes de la boda y le trae a su prometido su corona de flores desde el otro mundo, una mujer que persigue a los maridos infieles, una dulce joven asesinada por su celoso esposo o incluso el espíritu protector de la selva.
De todas estas historias se desprenden sentimientos de venganza, expiación de terribles pecados, dolor e incluso reparación de las injusticias, unos sentimientos presentes en la historia de todos los pueblos, y que en Sudamérica cristalizaron en una joven llorosa, traicionada, culpable y arrepentida, vestida de blanco, errante por el escenario de sus desdichas.


¿QUÉ SUCEDE SI VEMOS A LA LLORONA?

Junto a todas las leyendas sobre la Llorona también existen varias advertencias y recomendaciones que avisan sobre lo que podría pasarle a un ser humano si la ve.
Según algunas, sólo puede ver a la Llorona una persona que esté muy cerca de la muerte o con habilidades especiales relacionadas con el mundo de los muertos. Incluso se afirma que los animales son más perceptivos en este caso: los perros aúllan lastimeramente cuando ella está cerca. Esta creencia enlazaría con la superstición que afirma que el aullido de un perro en la noche anuncia la muerte. La tradición que atribuye a los perros mayor poder de percepción explicaría la creencia de que si una persona se frota los ojos con lágrimas de perro – ciertamente difíciles de conseguir – podrá ver a la Llorona.
Otras leyendas nos previenen en contra de esa curiosidad, llegando a afirmar que si alguien ve a la Llorona, su alma vagará perdida toda la Eternidad, aunque también la tradición nos da un remedio para esto: si vistes ropa del revés, la Llorona no podrá llevarse tu alma.


MEDEA, ¿LA PRIMERA LLORONA?

Existe un mito griego que guarda un sorprendente parecido con la leyenda de la Llorona, y es el de Medea.
Medea era una maga, hija del rey de la Cólquida. Cuando el guerrero griego Jasón le solicitó al rey el Vellocino de Oro, el padre de Medea le tendió numerosas trampas para evitar que se apoderara de él. Medea, sin embargo, ayudó a Jasón a conseguir el Vellocino aún a costa de la vida de su hermano, y luego huyó con él. Se casaron y tuvieron dos hijos, pero luego él renegó de ella, la despreció y se casó con otra joven princesa.
Enfurecida y totalmente fuera de sí al sentirse traicionada, Medea regaló a la novia una capa embrujada que la ahogó, y como venganza contra Jasón, mató a sus dos hijos.
Resulta curioso cómo dos tradiciones tan dispares y lejanas como la griega y las precolombinas puedan tener mitos tan parecidos y próximos entre sí.


OTRAS DAMAS ERRANTES

Los fantasmas de mujeres errantes que aún tienen alguna cuenta pendiente con este mundo y por ello vagan sin cesar para saldarla no se reducen al caso de la Llorona. Se las denomina “Damas blancas”, en referencia al color de sus vestidos, ya que el blanco es el color de la muerte y el luto en muchas culturas, al simbolizar la ausencia de color de los cadáveres.
Dentro de esta tradición se incluye leyendas urbanas como la de la Chica de la Curva y leyendas locales de novias muertas antes de casarse o mujeres maltratadas o traicionadas que aún buscan venganza.
Existen incluso ejemplos en la literatura y en el cine, como la leyenda La promesa, de Bécquer, en la que una novia, muerta de pena ante la marcha de su amado a la guerra, lo aguarda con la mano fuera de la tumba, a la espera del anillo de matrimonio que nunca le puso. También Tim Burton versionó una leyenda judía en su famosa película de animación La novia cadáver, demostrando la influencia que los cuentos y tradiciones antiguas pueden tener aún en nuestra vida y en nuestro imaginario común.

LOS HIJOS DE HÚRIN: LA TRISTEZA HECHA LIBRO

Túrin con el Yelmo-Dragón, dispuesto para la batalla

He leído historias tristes. Conozco muchas de las tragedias griegas. Incluso he visto películas orientales (que compiten en tristeza con las tragedias griegas). Por tanto, creo estar capacitada para catalogar "Los hijos de Húrin" de Tolkien, como una de las obras más tristes que he tenido ocasión de conocer.
Para quien no le suene la obra, tan sólo diré que es una edición elaborada por el hijo de Tolkien a partir de las notas de su padre. La historia de los hijos de Húrin ya aparece en el Silmarilion, pero resumida; se podría decir que Christopher Tolkien ha editado la "versión extendida", una expresión muy cinematográfica y que, por cierto, se ha puesto de moda a partir de las películas de "El Señor de los Anillos". Para mí, que no he leído el Silmarilion, era una historia totalmente nueva.
He leído "Los hijos de Húrin" durante un viaje. Opino que existen pocas experiencias más absorbentes que leer un libro mientras se está de viaje, es una experiencia muy íntima, aunque viajes con otra persona. En el tren, en el hotel, en cualquier rincón... sacas el libro y te sumerges. Quienes están a tu alrededor parecen diluirse. He leído en muchos lugares, y por eso aseguro sin temor a equivocarme que leer mientras se viaja es una de las formas más intensas de leer. El verano pasado lo experimenté con "El juego del ángel" de Carlos Ruíz Zafón, durante un viaje a Madrid. Cuando se hacía de noche, mientras mi madre dormía en la otra cama del hotel, yo me caía de cabeza en los opresores ambientes góticos de una Barcelona imaginaria. Fue fabuloso y extraño a un tiempo. Este año lo he vuelto a vivir.
"Crónicas de la Dragonlance", edición Coleccionista (que mi buena amiga Tanya me regaló para mi cumple) no cabía en el equipaje de ninguna de las maneras, y sólo con pensar en aupar la maleta al portaequipaje del tren con 1439 páginas y tapa dura dentro - además de la ropa, el neceser y las sandalias - me entraba ya dolor de espalda, así que, en su defecto, me eché al bolso con escaso entusiasmo "Los hijos de Húrin", que había comprado este mes en Círculo de Lectores.
Ya había comenzado a leer el libro en casa, nada más traérmelo - dispongo de pocos recursos para oponerme a la seducción de un libro nuevo -, pero no me había convencido demasiado. Como ya he comentado, a pesar de haber leído "El Señor de los Anillos" con dieciséis años, aún no me he atrevido con el Silmarilion, y no tengo muy buenas referencias de él. Según una amiga mía, es un soberano tostón, repleto de nombres y cronologías infumables. Tan solo había leído algunas páginas de "Los hijos de Húrin", pero me recordaba demasiado a aquella definición. Sin embargo, el libro era finito y manejable, y me cogía en el bolso. Imaginé que lo pasearía por Valencia y me lo traería de vuelta a casa sin leer ni una sola página más de las que hasta entonces había explorado. Me equivocaba, de manera radical.
Tras sufrir la inaguantable genealogía de Húrin, de su esposa, de sus primos y tíos hasta el principio de los tiempos y pasearme con escepticismo por la Batalla de las Lágrimas Innumerables, me caí en una historia fascinante y aciaga sin darme apenas cuenta.
Imaginad que un antiguo dios caído en desgracia - en la mitología cristiana lo podríamos asimilar fácilmente a Lucifer - ha maldecido vuestra familia por oponeros a él. Eso es lo que le sucede a Húrin que, amarrado en Angband, la tierra maldita del enemigo, contempla a través de los ojos de Morgoth cómo todos los seres a los que ama escogen el destino más tortuoso y cruel.
Túrin, el hijo de Húrin, parece que lo tiene todo a su favor para ser un héroe: es fuerte, astuto, inteligente, y el más hermoso de los hombres. Sólo su carácter arrogante e impaciente se interponen entre él y un hipotético destino glorioso. Hay en su ánimo una gravedad, una falta de alegría, heredados de su madre, Morwen, que lo hacen caer a menudo en la desesperanza. De eso se aprovecha su enemigo para tenderle sus innumerables trampas y conducirlo al terrible destino que ha diseñado para él, para hacerle creer que todo está perdido y para que así, se pierda en efecto. Es un hombre impetuoso, valeroso y honorable, pero en el fondo de su espíritu tiene miedo, y ese miedo lo impulsan a huir de su destino, justo para acabar dándose de bruces contra él.
A lo largo del libro, perdí la cuenta de las veces que pensé "No, por ahí no, no hagas eso, no vayas allí, haz mejor esto otro...". Nadie que no haya amado a un personaje literario puede entender que una lectora intente "aconsejarlo", pero cuando te introduces en un libro tanto como yo lo hice en éste, ya no te parece que alguien como Turin sea sólo producto de la imaginación de Tolkien. Casi lo ves junto a ti, lo conviertes en tu amigo, y no te sorprendería demasiado verlo doblar la esquina o entrar en el vagón tocado con su Yelmo-Dragón y empuñando la Espada Negra forjada por Eöl, el elfo oscuro. En ese momento, su dolor es tu dolor, y su aciago destino parece empañar también el tuyo.

Túrin halla a Niënor sobre el túmulo de Finduilas
¿Y qué decir de Niënor, la infortunada hija de Húrin, hermana de Túrin? No exagero si digo que se me hacía un nudo en la garganta al leer su historia. Es tan triste como la de su hermano, pero mientras él ha tenido innumerables bifurcaciones en su camino, la desgracia de Niënor es originariamente producto de una sola decisión: acompañar a su madre en la búsqueda de Túrin. Glaurung, el dragón servidor de Morgoth, poseído por su espíritu, la hechiza terriblemente, haciendo que pierda la memoria, y es en ese momento cuando comienza a trazarse el oscuro sendero de su vida.
Cuando ya el catálogo de desgracias parece innumerable, el libro termina de una forma demoledora: Húrin es liberado por Morgoth tras contemplar el triste final de sus hijos, y vaga errante hasta que halla a su esposa, antaño una mujer orgullosa y bellísima (llamada entre los elfos "Resplandor Élfico" a pesar de ser humana) convertida en una decrépita anciana que espera la muerte junto a las lápidas de sus hijos.
El libro deja tal poso de tristeza que parece inevitable buscar las lecciones - a falta de las alegrías - que pudiera haber ocultas. El análisis no es difícil: una macabra combinación de desesperanza, impaciencia, orgullo y miedo es lo que tuerce el destino de los hijos de Húrin. Todos hemos echado la vista hacia atrás en ocasiones, y hemos comprobado como el miedo, la precipitación, o mil cosas más, nos hicieron escoger un camino equivocado (afortunadamente, no tan equivocado como el desgraciado Túrin). Para mí, "Los hijos de Húrin" es tanto una parábola como una leyenda. Creo que Tolkien pensó en cómo se forja el destino de una persona día a día, y eligió mostrárnoslo con una historia trágica, una hermosa y lírica advertencia preñada de desesperanza.
Como le aseguré a un amigo, el siguiente libro que lea será más ligero, más optimista, más claro. Resulta difícil sacudirse la melancolía de Túrin y Niënor, y tal vez por eso he escrito este post. Caundo terminé de leer "Los hijos de Húrin", en el tren de vuelta, enseguida me entraron unos enormes deseos de dialogar con alguien sobre lo que había leído, pero en mi entorno nadie se conoce la obra, y una de mis amigas a las que les gusta la fantasía renunció a leerlo cuando le comenté lo triste que era. Necesitaba diluir la amargura de Túrin compartiendo con alguien su triste historia.
Al final, curiosamente, las aproximadamente 280 páginas de "Los hijos de Húrin" resultaron ser más "pesadas" que las 1438 de "Crónicas de la Dragonlance", de una melancolía concentrada y devastadora, pero que no lo hacen por ello menos recomendable. Si os gusta Tolkien - y no estáis en un momento de bajón - estaría bien que os animáseis a leerlo. Descubriréis una prosa llena de poesía, unas imágenes evocadoras y bellas y una historia triste, pero que os hechizará de forma irremediable (como si en vez de estar mirando las hojas de un libro, os hubiéseis perdido en los mortales ojos de Glaurung). Leedlo, así tal vez tenga con quien comentar el triste destino de los hijos de Húrin.

SERES DE LEYENDA (I): LOS VAMPIROS

¿QUIÉNES SON LOS VAMPIROS?

Muertos vivientes, seres de ultratumba que se alimentan de la sangre de los vivos… Los vampiros han estado presentes en todas las culturas, y a lo largo de todos los tiempos. Hay, por ejemplo, un vampiro africano, el asanbosan, el bichohindú, un vampiro de la zona de Centroamérica, o las Tlaciques, las brujas vampiresas de México.
Proceden, sin duda, del terror humano ante la muerte, y ante la posibilidad de que los muertos vuelvan del otro mundo para atemorizar a los vivos o, peor aún, para robarles su energía vital. Esa obsesión, convertida y transformada en múltiples supersticiones, se ha traducido en infinidad de prácticas y de terrores colectivos, desde la costumbre de algunos pueblos antiguos de colocar una piedra sobre la cabeza de sus difuntos para impedirles volver al mundo de los vivos, hasta las historias de fantasmas o los rituales para ahuyentar a los espíritus, existentes en todo el mundo.
Sin embargo, de todos los seres terroríficos que la fantasía nos da, el vampiro sigue siendo uno de los más atractivos entre el gran público. Se debe a que, a pesar de que un vampiro puede ser terrorífico y de aspecto desagradable, también puede presentarse bajo la forma de un ser irresistiblemente apuesto, que vence a su víctima con una sola mirada. Este aspecto dota de un halo de erotismo y romanticismo a las historias de vampiros, y las convierten así en unas de las más exitosas de entre todas las historias de terror.


¿CÓMO SON LOS VAMPIROS?

En todas las historias se describe al vampiro con las siguientes características:

- Aspecto pálido, dando a entender su condición de no-muerto: ni vivo ni muerto.
- Colmillos de gran tamaño, que usarían para atacar a sus víctimas, a las que morderían en la yugular.
- Ojos enrojecidos.
- Uñas largas.

Aparte de todos estos rasgos físicos, se supone que los vampiros están dotados de una rapidez y una fuerza sobrehumanas. Pueden convertirse en animales, normalmente murciélagos, lobos, cuervos, etc., y presentarse en forma de neblina. Duermen en sus ataúdes, de las que salen todas las noches para buscar sangre.
Los vampiros temen la luz del sol y el agua, así como los objetos sagrados (cruces, rosarios, etc.) y sienten repugnancia ante el olor de los ajos. Además, no pueden entrar en una casa si no son invitados, y no se reflejan en los espejos, puesto que carecen de alma.
Según la creencia más extendida, para matar a un vampiro es preciso atravesarle el corazón con una estaca, decapitarlo y quemar sus restos.


DRÁCULA, EL SEÑOR DE LOS VAMPIROS

Para mucha gente, el nombre de Drácula es sinónimo de vampiro. Sin embargo, la figura de Drácula que todos conocemos es reciente, reinventada a partir de la novela del mismo título de Bram Stoker. Para escribir su novela, Stoker sí se basó en un personaje real, Vlad Tepes.
Vlad Tepes fue un príncipe de Transilvania, en la actual Rumania, que hizo frente a los turcos. Se le consideraba un guerrero valiente, pero también inmisericorde. Torturaba y mataba a sus prisioneros de las maneras más crueles. De hecho, se ganó el apelativo de Vlad “el Empalador”, por su costumbre de empalar a sus víctimas. Se dice que llenaba campos enteros con enemigos clavados en estacas. El espectáculo de cientos de sus compañeros muertos de aquella manera debía de amedrentar a los ejércitos rivales. Existen algunas leyendas que narran como su cadáver, al abrir el ataúd años después de morir, había desaparecido. Ese rumor creó la leyenda del vampiro, la que aprovechó Bram Stoker para escribir su libro, “Drácula”. Sin embargo, no todos los rumanos estuvieron de acuerdo con la imagen que Stoker daba de Vlad Tepes. Para ellos, Vlad era un héroe que había luchado contra enemigos invasores, algo así como El Cid en España.


PERO, ¿EXISTEN REALMENTE LOS VAMPIROS?

Numerosos documentos nos hablan de la existencia de personas de carácter cruel y con una desmedida apetencia por la sangre humana, considerados vampiros por sus conciudadanos. Asimismo, también están documentadas supuestas “epidemias vampíricas”, lo que creó la leyenda de que aquel que era mordido por un vampiro se convertía también en vampiro. ¿Existen entonces estas criaturas? ¿Són sólo una creación de la fantasía popular o tienen una base real?
Algunas investigaciones médicas han identificado dos enfermedades como “males vampíricos”, es decir, enfermedades cuyos síntomas podrían hacer que una persona fuese considerada un vampiro: la rabia y la porfiria. La primera, por su modo de transmisión, a través de una mordedura. La segunda, un trastorno sanguíneo que provoca anemia crónica, palidez de la piel y fotosensibilidad (poca resistencia a la luz solar); el cuadro anémico provocaría el gusto por la sangre. Ambas enfermedades suponen a menudo trastornos mentales, lo cual explicaría los comportamientos crueles de las personas consideradas vampiros.


LOS VAMPIROS EN LA LITERATURA, EL CINE Y LA TELEVISIÓN. VAMPIROS “MALOS” Y VAMPIROS “BUENOS”
La figura del vampiro ha estado tradicionalmente ligada a la literatura. De hecho, el vampiro tradicional, el que todos tenemos en mente, fue creado, como ya se ha mencionado, a a partir de la obra de Bram Stoker.Desde principios del siglo XX, el vampiro dio el salto al cine y, posteriormente, a la televisión, y desde entonces ha sido uno de los principales protagonistas en las películas de miedo.

Al principio, el tipo de vampiro que reflejaban estas producciones era muy parecido al descrito por Stoker: seres crueles y seductores, que únicamente ansiaban saciarse de sangre humana. Así, en 1922, se rodó una película de cine mudo titulada Nosferatu, que se ha convertido en todo un clásico por el aspecto terrorífico de su protagonista y el ambiente claustrofóbico que creaban los encuadres de la cámara y las técnicas de rodaje utilizadas. En esa misma línea, se rodaron varias películas sobre el personaje de Drácula interpretado por el actor húngaro Bela Lugosi – considerado por algunos críticos como el que mejor ha encarnado el mito del conde transilvano – y el inglés Christopher Lee.

Sin embargo, esa figura inicial del vampiro ha ido cambiando, y la fantasía de los creadores – novelistas, guionistas y directores de cine – la han modificado sustancialmente, convirtiendo al vampiro en un ser atormentado, presa de una terrible maldición que trata de superar. Así, en Entrevista con el vampiro, basado en la trilogía de Anne Rice Crónicas vampíricas, Louis – interpretado en la película por Brad Pitt – odia aquello en lo que se ha convertido y hace lo imposible para evitar beber sangre humana.
En la misma línea, la escritora Stephanie Meyer ha publicado recientemente una trilogía (Crepúsculo, Luna Nueva y Eclipse) en la que una joven humana, Bella, se enamora de Edward, un atractivo vampiro de diecisiete años que no bebe sangre humana y que ama profundamente a Bella, llegando incluso a salvar su vida en varias ocasiones.
El vampiro ha sido incluso adaptado al público infantil, como sucede con la obra de la escritora alemana, Angela Sommer-Bondenburg, El pequeño vampiro. En ella, un niño vampiro, Rüdiger, se hace amigo de un niño humano, Anton Bhonsack. Ambos protagonizan multitud de aventuras en las que Anton conoce a la disparatada familia de Rüdiger, y en las que tratan de salvar a los vampiros de la amenaza del vigilante del cementerio, un cazavampiros, el “malo” en esta historia.

Los vampiros “buenos” han colaborado con los cazavampiros para atrapar a sus malvados congéneres o a cualquier otro engedro del mal, o incluso lo han hecho ellos mismos, como el personaje de Ángel en Buffy cazavampiros o, más claramente, en Blade. También Selene luchará contra los de su raza en Underworld, una de las últimas revisiones del mito vampírico.
Independientemente de si son tratados como monstruos sanguinarios y seductores o como seres torturados de bondadosos adentros, los vampiros siguen llenando nuestra fantasía y nuestras pesadillas, y ocupan un lugar de honor en la galería del terror, en las leyendas que aún nos estremecen.



viernes, 24 de julio de 2009

EL IRREMEDIABLE RETORNO DE LOS RECUERDOS OLVIDADOS


Existe un lugar perdido en un oscuro recoveco del alma. Es difícil acceder allí, y a veces resulta sencillamente imposible. En ese lóbrego escondite acechan los recuerdos olvidados. ¿Se puede olvidar un recuerdo? Por supuesto, al igual que se puede traicionar la memoria. El motivo siempre es el mismo: olvidamos para protegernos... de la vergüenza, del miedo, de la intensidad de unos ojos que podrían dislocar nuestros esquemas, de un amor frustrado...

Permanecen en letargo, resguardados, esperando su momento, y su momento siempre llega. Se despiertan con la fuerza de un vendaval por el tímido roce de la seda: un olor, un color, una canción, una voz... no es necesario más para abrirles la puerta y desatar la tormenta.

Entonces sólo queda recorrer de su mano las procelosas sendas de la memoria, sacar del mundo de la casualidad algunas señales perdidas que tal vez no significaron nada, suspirar por tiempos pretendidamente mejores, dejarse arropar por la nostalgia... y finalmente, volver.

Volver a la realidad del presente, tan duro como todos los presentes que se pierden en añoranzas, hacer que los recuerdos retornen nuevamente a la caja del olvido que nunca debieron abandonar, y de la cual, seguro, volverán a escapar tras otro roce de seda, y vivir... a pesar de los ecos del pasado.





martes, 23 de junio de 2009

MIENTRAS HAYA ESPERANZAS Y RECUERDOS, ¡HABRÁ POESÍA!

Éste es un pequeño homenaje a mi poeta. Así llama Joan Manuel Serrat a Antonio Machado y a Miguel Hernández. Mi poeta es Gustavo Adolfo Bécquer. Tal vez eso no diga nada demasiado bueno sobre mi afición a la poesía: quien más, quien menos, hilvana algunos versos de "Volverán las oscuras golondrinas" o queda como un rey con "¿Qué es poesía?/dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul./ ¿Qué es poesía?/ ¿Y tú me lo preguntas? / Poesía eres tú." Son versos tan manidos, usados y reutilizados, que parece como si hubieran perdido su estátus de poesía culta, poesía de la buena.



Sin embargo, a mí Bécquer me sigue emocionando, y tiene el honor de haberme hecho llorar con una de sus rimas. Es éste un gran mérito: yo no soy para nada de lágrima fácil, y la poesía suele dejarme bastante fría, pero su rima cuarta pudo conmigo.


En el libro de Lengua de séptimo curso de E.G.B. (1º E.S.O. desde la reforma LOGSE) nos venía la Rima Cuarta de Bécquer a doble hoja, en letra grande, al principio y al final del libro. Era una muy buena idea: comenzar el poema al comenzar el libro y dejar al lector atrapado a media rima, obligándolo a seguir la pista y probar suerte al final del libro para encontrar la segunda parte en que había sido dividida.


Desde el principio me encantó el tema del poema, la Poesía en sí, y el ritmo creciente que te atrapaba cuando lo leías en voz alta. El curso terminó, y yo guardaba un afecto especial por aquel libro de Lengua, que contenía aquella rima tan hermosa.


Una mañana de sábado, tal vez un año o dos después, la recordé y le dije a mi madre que le iba a leer un poema. Comencé mi cometido con voz clara, marcando las pausas, y una vez más me atrapó su ritmo in crescendo y las poderosas imágenes que Bécquer utiliza, su afán reivindicativo de un arte que no siempre he podido comprender, y aún menos practicar. Cuando la rima desgranaba sus últimos versos, la emoción se me subió a la garganta y se me truncó la voz. Tuve que interrumpir el recitado, llorando a lágrima viva. Era la primera vez que lloraba recitando un poema. Imagino que habré llorado más veces, pero ya no las recuerdo. Sólo aquella primera vez permanece indeleble en mi memoria.


A pesar de mi buena memoria, nunca me he aprendido la cuarta rima. A veces me pregunto si no será una estratregia de mi mente, que rehúye sentirse inmersa otra vez en aquel huracán emotivo tan profundo; tal vez sea un afán de mantener el misterio que oculta este poema, porque, ¿quién sabe si a base de repetir sus versos en un monótono aprendizaje memorístico, estos perderán su magia, su primigenio poder de emocionar?


Lo ignoro, pero a pesar de no saberla recitar (todavía), os la dejo aquí, para que os abandonéis al encanto insondable de sus versos.


Tan sólo me resta decir: ¡Gloria a Bécquer!. Mientras existan almas sensibles y geniales como la suya, ¡habrá poesía!




RIMA IV


No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas;
pero siempre habrá poesía.


Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a dó camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!


Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!


* La fotografía lleva por título "Luz de esperanza", de José Javier García del Ser*



martes, 21 de abril de 2009

LA MUJER DE LAS MIL CARAS (I)

- ¿La conoce? - le preguntó el detective - La llaman la Mujer de las Mil Caras. Por eso es tan difícil encontrarla... ¡y me lo han encargado a mí! No tenía suficiente con seguir a maridos y mujeres presuntamente infieles o saldar cuentas más bien oscuras, que ahora debo atrapar un mito. Pero el cliente paga bien, ya sabe, uno de esos ilusos románticos con demasiado dinero y aún más tiempo libre. Seguramente se habrá colado por una damisela de moral dudosa y la ha idealizado como hacen los poetas, pero los poetas malos, de esos que comen todos los días más de lo que necesitan y llevan ropa de marca. ¿Quién se cree algo de esa clase de poetas? Sólo el hambre y las penurias despiertan a las Musas... pero estoy hablando demasiado, siempre me pasa cuando bebo más whisky de la cuenta, y siempre bebo más de la cuenta cuando no tengo por dónde coger un caso, y... éste es el caso más retorcido al que me he enfrentado. Diga, ¿sabe algo? ¿La ha visto...?


En ese momento, el detective se detuvo azorado. No tenía ningún sentido preguntarle al pianista ciego del local si había visto algo. Una de las típicas meteduras de pata de borracho, pero sabía que, sin embargo, no era ninguna metedura de pata preguntarle a él. A pesar de que el pianista fuera ciego, sabía más que nadie de la vida nocturna del local. El pianista no pareció tomárselo a mal, y esbozó una media sonrisa. Se llevó a los labios la copa de tequila que estaba bebiendo a costa de la urgencia del detective.

- ¿Cuánto le paga su cliente? - preguntó con aquella voz meliflua que se transformaba milagrosamente cuando el pianista cantaba algún tema desgarrado, de esos que arañaban el cristal y los corazones.

- ¿Acaso pretende un porcentaje, una comisión? - le espetó el detective con malos modos.

- En modo alguno - negó el pianista con una sonrisa - Aquí me pagan bien, y yo soy un hombre parco y sin demasiados vicios. Sólo pretendía calcular el grado de idiotez de su cliente, o su grado de insatisfacción, que casi viene a ser lo mismo en este caso.

- ¿Qué quiere decir?

- Que atrapar a la Mujer de las Mil Caras es tan imposible como sencillo, todo depende de saber ver, de saber entender...

- ¿De ver qué?

- De verla a ella...

- ¿Y usted habla de ver? - se rió el detective amargamente.

- Existen muchas clases de ojos - respondió enigmáticamente el pianista.

El detective no contestó, pero puso encima de la mesa, junto a la mano del pianista, dos de los grandes.

- ¿Será capaz de hablar sin enigmas con este aliciente? - preguntó con aspereza.

El pianista sonrió con candidez, y apartó de sí los dos billetes.

- No necesito que el papel moneda me tire de la lengua.

- ¡Así que es un hombre íntegro! - se burló el detective con una risotada sarcástica.

- La música te hace mejor persona - se justificó el pianista - Además, ya le he dicho que cobro bien... y jamás pediría dinero por contarle una historia.

El detective no contestó, a pesar de que no tenía demasiado tiempo para escuchar cuentos. El pianista comenzó tras dar otro trago al vaso de tequila.


- Dicen que a veces viene por aquí, figúrese... la Mujer de las Mil Caras también se siente atraída por antros de tercera categoría, lóbregos, deprimentes, con música irreconocible pasada de moda y jugadores de naipes refugiados en un rincón, tras un velo de humo pestilente de tabaco y sabrá Dios qué sustancias más. Aquí, el refugio de los desgraciados que ya lo han dado todo por perdido, donde acechan mujeres de pasado triste y futuro no menos desalentador, ésas que llevan demasiado carmín en los labios y se mueven con cadencias pecadoras. A ella también le atraen estos ambientes de novela negra, porque reflejan la sordidez simpática y perdedora de su alma, esa parte canalla que no puede negar. Se pasea entre los cincuentones alcoholizados y las rubias de bote de figura escultural, y al mirar en sus ojos se imagina historias formidables que nadie se atreve a contar.

Cuando se hace de día abandona las entrañas de la perversión y sale fuera, y se moja con cualquier llovizna que ensucia de barro las aceras, y se impregna del olor a fracaso que destila la ciudad a esas horas. Son las horas decentes del día, por supuesto, cuando cientos de personas de bien se dirigen a su condena cotidiana con la mente ausente en cualquier pamplina publicitaria que los distrae de su realidad. Coge el metro. Allí, un ejecutivo pegado al ordenador bucea en los misterios de las fluctuaciones bursátiles, mientras dos mujeres comentan las mentiras que han inventado sobre sus vidas supuestamente felices. La Mujer de las Mil Caras escucha también entonces, y queda avisada de los peligros de renunciar a los sueños.