miércoles, 13 de abril de 2011

SI EL FANTASMA TE VISITA DE MADRUGADA



Si el fantasma te visita de madrugada, no te asustes: tan sólo es un puñado de anhelos que tomó forma en el reino de las sombras, una tristeza insondable que, de puro morir, no acaba de perecer del todo.

El fantasma es tu lado negro del espejo, el relato de tus arrepentimientos, de todo aquello que quisiste hacer y te negaste a ti misma, cobarde y traidora a tu esencia.

El fantasma viste el blanco mortuorio de las mortajas viejas, porque es la suma de todos los cadáveres de tu alma, y tiene los ojos cercados de rojizas ojeras de sufrimiento. Su cabello es lacio y su tacto frío, igual que el del miedo.

El fantasma te asusta porque llora, porque gime asustado de sí mismo, de ti misma, porque se lamenta de las ocasiones que perdiste y de aquellas otras que dejaste escapar porque no creías merecerlas.

Mira al fantasma a los ojos, llora con él, consuélalo y promete que velarás por su descanso eterno. Vuelve entonces sobre tus pasos, reflexiona sobre el camino que recorres y aquellas encrucijadas en las que escogiste senderos trillados por miedo a la incertidumbre de los nuevos. Contémplalo y acepta su presencia; todos los humanos tropezamos varias veces con una misma piedra, todos acumulamos un nutrido séquito fantasmal de emociones negadas, deseos reprimidos, sueños que arrojamos al contenedor de los imposibles.

Si el fantasma te visita de madrugada, salúdalo y escucha sus gemidos, mira las cadenas que descarnaron su etérea piel de muerto. Cuando te duermas, tal vez con su presencia triste todavía junto a tu lecho, prométele - y prométete - una mañana nueva, una jornada renovada, otro Génesis para tu alma.