Dicen que no tengo duelo, llorona
porque no me ven llorar.
Hay muertos que no hacen ruido, llorona,
y es más grande su penar.
¡Ay de mí, llorona!
llorona de azul celeste.
Y aunque la vida me cueste, llorona,
no dejaré de quererte.
Éstas son sólo dos estrofas de una canción sudamericana, la canción de La Llorona. Es un tema de raíces populares con innumerables versiones y aún más estrofas, muchas de ellas fruto de la inventiva de la gente común, una de esas canciones que pueden crecer y crecer a gusto del cantor.L
En casi todos los países de Centroamérica y muchos de Sudamérica se conoce el mito de la Llorona. Es una leyenda de raíces precolombinas, pero que comenzó a asentarse a partir de la conquista española en la forma que lo conocemos actualmente.
LA LEYENDA DE LA LLORONA
A mediados del siglo XVI, el antaño poderoso Imperio Azteca había sido conquistado por los españoles. Los vecinos de la antigua Tenochtitlán, la ciudad de México, se encerraban en sus casas tras el toque de queda. Fue entonces, coincidiendo con las noches de luna, que comenzaron a escuchar un prolongado y estremecedor lamento a eso de la medianoche. Aquel grito de angustia paralizaba los ánimos y los llenaba de terror.
Algunos, los más valientes – o los más locos – decidieron averiguar qué o quién emitía esos angustiosos lamentos. Sólo pudieron ver a una mujer de largos y desordenados cabellos, vestida de blanco y con un velo también blanco ocultando su rostro. Comprobaron que la misteriosa mujer vagaba por las calles hasta la Plaza Mayor y allí, mirando hacia el oriente, se arrodillaba y lanzaba el último y aterrador lamento, que helaba la sangre en las venas. Luego, puesta de nuevo en pie, continuaba caminando hacia el este, para desvanecerse al llegar a la orilla del lago.
Los lugareños intentaron explicar estos extraños sucesos y, sobre todo, el origen de la terrible pena de aquella mujer, y de esas explicaciones surgió la leyenda.
la Llorona era una bella mujer indígena que fue cortejada por un caballero español. Se enamoró locamente de él y juntos tuvieron varios hijos, pero él nunca le pedía matrimonio.
Un día, el caballero le dijo que volvía a España para casarse con una mujer española, una rica heredera que seguramente convenía más a sus intereses que la dulce pero pobre mujer indígena; además, se llevaría a sus hijos consigo.
La joven perdió la razón, y en un acceso de rabia, cogió a los niños y se los llevó al río, donde los ahogó. Después, según algunas versiones, murió de pena y dolor; según otras, se suicidó.
Al llegar a las puertas del Cielo, S. Pedro le dijo que podía entrar, porque había sufrido mucho, pero que antes debía rescatar las almas de sus hijos ahogados. Por eso, la Llorona vaga por el mundo llamando a sus hijos lastimeramente, y gritando “¡Mis hijos, mi hijos!”. A veces, cuando llega a un río o a un lago, busca con sus largos dedos en el fondo fangoso.
Por eso, los niños pequeños no deben acercarse a los ríos o lagos, porque la Llorona podría confundirlos con sus hijos y llevárselos.
Sin embargo, existen también otras versiones:
Algunas personas creen que la Llorona es el alma de la Malinche, una india que ayudó a Hernán Cortés en su conquista de México. Según esta leyenda, su alma condenada por la traición a su puebl vagaría por el mundo lamentándose. También podría ser una diosa azteca que llora por los indígenas, sus hijos, conquistados por los españoles.
En Chile, la Llorona, llamada Pucullén, es una mujer a la cual arrebataron su hijo pequeño. Anuncia la muerte y muestra a los difuntos el camino al Otro Mundo.
Según las leyendas costarricenses, la Llorona era una joven que quedó embarazada sin haberse casado y por eso abortó y lanzó a su hijo al río.
En Panamá, es una mujer jovial y amante de las fiestas y los bailes. Cuando se casó, su marido le prohibió volver a salir de fiesta. Pero cuando él se fue de viaje de negocios, aprovechó para irse a bailar. Como no tenía con quien dejar su bebé, se lo llevó colgado a la espalda. El niño le pesaba mucho, así que resolvió dejarlo a la vera del camino, bajo un mango, y recogerlo a la vuelta. Sin embargo, se desató una gran tormenta, y la riada arrastró al niño hacia el río, donde murió ahogado. La joven fue maldecida por Dios por su irresponsabilidad, transformada en un monstruo horrible y condenada a vagar por toda la eternidad buscando a su hijo.
En otras historias, la Llorona es una novia que muere antes de la boda y le trae a su prometido su corona de flores desde el otro mundo, una mujer que persigue a los maridos infieles, una dulce joven asesinada por su celoso esposo o incluso el espíritu protector de la selva.
De todas estas historias se desprenden sentimientos de venganza, expiación de terribles pecados, dolor e incluso reparación de las injusticias, unos sentimientos presentes en la historia de todos los pueblos, y que en Sudamérica cristalizaron en una joven llorosa, traicionada, culpable y arrepentida, vestida de blanco, errante por el escenario de sus desdichas.
Según algunas, sólo puede ver a la Llorona una persona que esté muy cerca de la muerte o con habilidades especiales relacionadas con el mundo de los muertos. Incluso se afirma que los animales son más perceptivos en este caso: los perros aúllan lastimeramente cuando ella está cerca. Esta creencia enlazaría con la superstición que afirma que el aullido de un perro en la noche anuncia la muerte. La tradición que atribuye a los perros mayor poder de percepción explicaría la creencia de que si una persona se frota los ojos con lágrimas de perro – ciertamente difíciles de conseguir – podrá ver a la Llorona.
Otras leyendas nos previenen en contra de esa curiosidad, llegando a afirmar que si alguien ve a la Llorona, su alma vagará perdida toda la Eternidad, aunque también la tradición nos da un remedio para esto: si vistes ropa del revés, la Llorona no podrá llevarse tu alma.
MEDEA, ¿LA PRIMERA LLORONA?
Existe un mito griego que guarda un sorprendente parecido con la leyenda de la Llorona, y es el de Medea.
Medea era una maga, hija del rey de la Cólquida. Cuando el guerrero griego Jasón le solicitó al rey el Vellocino de Oro, el padre de Medea le tendió numerosas trampas para evitar que se apoderara de él. Medea, sin embargo, ayudó a Jasón a conseguir el Vellocino aún a costa de la vida de su hermano, y luego huyó con él. Se casaron y tuvieron dos hijos, pero luego él renegó de ella, la despreció y se casó con otra joven princesa.
Enfurecida y totalmente fuera de sí al sentirse traicionada, Medea regaló a la novia una capa embrujada que la ahogó, y como venganza contra Jasón, mató a sus dos hijos.
Resulta curioso cómo dos tradiciones tan dispares y lejanas como la griega y las precolombinas puedan tener mitos tan parecidos y próximos entre sí.
Dentro de esta tradición se incluye leyendas urbanas como la de la Chica de la Curva y leyendas locales de novias muertas antes de casarse o mujeres maltratadas o traicionadas que aún buscan venganza.
Existen incluso ejemplos en la literatura y en el cine, como la leyenda La promesa, de Bécquer, en la que una novia, muerta de pena ante la marcha de su amado a la guerra, lo aguarda con la mano fuera de la tumba, a la espera del anillo de matrimonio que nunca le puso. También Tim Burton versionó una leyenda judía en su famosa película de animación La novia cadáver, demostrando la influencia que los cuentos y tradiciones antiguas pueden tener aún en nuestra vida y en nuestro imaginario común.
No hay comentarios:
Publicar un comentario