lunes, 3 de agosto de 2009

LOS HIJOS DE HÚRIN: LA TRISTEZA HECHA LIBRO

Túrin con el Yelmo-Dragón, dispuesto para la batalla

He leído historias tristes. Conozco muchas de las tragedias griegas. Incluso he visto películas orientales (que compiten en tristeza con las tragedias griegas). Por tanto, creo estar capacitada para catalogar "Los hijos de Húrin" de Tolkien, como una de las obras más tristes que he tenido ocasión de conocer.
Para quien no le suene la obra, tan sólo diré que es una edición elaborada por el hijo de Tolkien a partir de las notas de su padre. La historia de los hijos de Húrin ya aparece en el Silmarilion, pero resumida; se podría decir que Christopher Tolkien ha editado la "versión extendida", una expresión muy cinematográfica y que, por cierto, se ha puesto de moda a partir de las películas de "El Señor de los Anillos". Para mí, que no he leído el Silmarilion, era una historia totalmente nueva.
He leído "Los hijos de Húrin" durante un viaje. Opino que existen pocas experiencias más absorbentes que leer un libro mientras se está de viaje, es una experiencia muy íntima, aunque viajes con otra persona. En el tren, en el hotel, en cualquier rincón... sacas el libro y te sumerges. Quienes están a tu alrededor parecen diluirse. He leído en muchos lugares, y por eso aseguro sin temor a equivocarme que leer mientras se viaja es una de las formas más intensas de leer. El verano pasado lo experimenté con "El juego del ángel" de Carlos Ruíz Zafón, durante un viaje a Madrid. Cuando se hacía de noche, mientras mi madre dormía en la otra cama del hotel, yo me caía de cabeza en los opresores ambientes góticos de una Barcelona imaginaria. Fue fabuloso y extraño a un tiempo. Este año lo he vuelto a vivir.
"Crónicas de la Dragonlance", edición Coleccionista (que mi buena amiga Tanya me regaló para mi cumple) no cabía en el equipaje de ninguna de las maneras, y sólo con pensar en aupar la maleta al portaequipaje del tren con 1439 páginas y tapa dura dentro - además de la ropa, el neceser y las sandalias - me entraba ya dolor de espalda, así que, en su defecto, me eché al bolso con escaso entusiasmo "Los hijos de Húrin", que había comprado este mes en Círculo de Lectores.
Ya había comenzado a leer el libro en casa, nada más traérmelo - dispongo de pocos recursos para oponerme a la seducción de un libro nuevo -, pero no me había convencido demasiado. Como ya he comentado, a pesar de haber leído "El Señor de los Anillos" con dieciséis años, aún no me he atrevido con el Silmarilion, y no tengo muy buenas referencias de él. Según una amiga mía, es un soberano tostón, repleto de nombres y cronologías infumables. Tan solo había leído algunas páginas de "Los hijos de Húrin", pero me recordaba demasiado a aquella definición. Sin embargo, el libro era finito y manejable, y me cogía en el bolso. Imaginé que lo pasearía por Valencia y me lo traería de vuelta a casa sin leer ni una sola página más de las que hasta entonces había explorado. Me equivocaba, de manera radical.
Tras sufrir la inaguantable genealogía de Húrin, de su esposa, de sus primos y tíos hasta el principio de los tiempos y pasearme con escepticismo por la Batalla de las Lágrimas Innumerables, me caí en una historia fascinante y aciaga sin darme apenas cuenta.
Imaginad que un antiguo dios caído en desgracia - en la mitología cristiana lo podríamos asimilar fácilmente a Lucifer - ha maldecido vuestra familia por oponeros a él. Eso es lo que le sucede a Húrin que, amarrado en Angband, la tierra maldita del enemigo, contempla a través de los ojos de Morgoth cómo todos los seres a los que ama escogen el destino más tortuoso y cruel.
Túrin, el hijo de Húrin, parece que lo tiene todo a su favor para ser un héroe: es fuerte, astuto, inteligente, y el más hermoso de los hombres. Sólo su carácter arrogante e impaciente se interponen entre él y un hipotético destino glorioso. Hay en su ánimo una gravedad, una falta de alegría, heredados de su madre, Morwen, que lo hacen caer a menudo en la desesperanza. De eso se aprovecha su enemigo para tenderle sus innumerables trampas y conducirlo al terrible destino que ha diseñado para él, para hacerle creer que todo está perdido y para que así, se pierda en efecto. Es un hombre impetuoso, valeroso y honorable, pero en el fondo de su espíritu tiene miedo, y ese miedo lo impulsan a huir de su destino, justo para acabar dándose de bruces contra él.
A lo largo del libro, perdí la cuenta de las veces que pensé "No, por ahí no, no hagas eso, no vayas allí, haz mejor esto otro...". Nadie que no haya amado a un personaje literario puede entender que una lectora intente "aconsejarlo", pero cuando te introduces en un libro tanto como yo lo hice en éste, ya no te parece que alguien como Turin sea sólo producto de la imaginación de Tolkien. Casi lo ves junto a ti, lo conviertes en tu amigo, y no te sorprendería demasiado verlo doblar la esquina o entrar en el vagón tocado con su Yelmo-Dragón y empuñando la Espada Negra forjada por Eöl, el elfo oscuro. En ese momento, su dolor es tu dolor, y su aciago destino parece empañar también el tuyo.

Túrin halla a Niënor sobre el túmulo de Finduilas
¿Y qué decir de Niënor, la infortunada hija de Húrin, hermana de Túrin? No exagero si digo que se me hacía un nudo en la garganta al leer su historia. Es tan triste como la de su hermano, pero mientras él ha tenido innumerables bifurcaciones en su camino, la desgracia de Niënor es originariamente producto de una sola decisión: acompañar a su madre en la búsqueda de Túrin. Glaurung, el dragón servidor de Morgoth, poseído por su espíritu, la hechiza terriblemente, haciendo que pierda la memoria, y es en ese momento cuando comienza a trazarse el oscuro sendero de su vida.
Cuando ya el catálogo de desgracias parece innumerable, el libro termina de una forma demoledora: Húrin es liberado por Morgoth tras contemplar el triste final de sus hijos, y vaga errante hasta que halla a su esposa, antaño una mujer orgullosa y bellísima (llamada entre los elfos "Resplandor Élfico" a pesar de ser humana) convertida en una decrépita anciana que espera la muerte junto a las lápidas de sus hijos.
El libro deja tal poso de tristeza que parece inevitable buscar las lecciones - a falta de las alegrías - que pudiera haber ocultas. El análisis no es difícil: una macabra combinación de desesperanza, impaciencia, orgullo y miedo es lo que tuerce el destino de los hijos de Húrin. Todos hemos echado la vista hacia atrás en ocasiones, y hemos comprobado como el miedo, la precipitación, o mil cosas más, nos hicieron escoger un camino equivocado (afortunadamente, no tan equivocado como el desgraciado Túrin). Para mí, "Los hijos de Húrin" es tanto una parábola como una leyenda. Creo que Tolkien pensó en cómo se forja el destino de una persona día a día, y eligió mostrárnoslo con una historia trágica, una hermosa y lírica advertencia preñada de desesperanza.
Como le aseguré a un amigo, el siguiente libro que lea será más ligero, más optimista, más claro. Resulta difícil sacudirse la melancolía de Túrin y Niënor, y tal vez por eso he escrito este post. Caundo terminé de leer "Los hijos de Húrin", en el tren de vuelta, enseguida me entraron unos enormes deseos de dialogar con alguien sobre lo que había leído, pero en mi entorno nadie se conoce la obra, y una de mis amigas a las que les gusta la fantasía renunció a leerlo cuando le comenté lo triste que era. Necesitaba diluir la amargura de Túrin compartiendo con alguien su triste historia.
Al final, curiosamente, las aproximadamente 280 páginas de "Los hijos de Húrin" resultaron ser más "pesadas" que las 1438 de "Crónicas de la Dragonlance", de una melancolía concentrada y devastadora, pero que no lo hacen por ello menos recomendable. Si os gusta Tolkien - y no estáis en un momento de bajón - estaría bien que os animáseis a leerlo. Descubriréis una prosa llena de poesía, unas imágenes evocadoras y bellas y una historia triste, pero que os hechizará de forma irremediable (como si en vez de estar mirando las hojas de un libro, os hubiéseis perdido en los mortales ojos de Glaurung). Leedlo, así tal vez tenga con quien comentar el triste destino de los hijos de Húrin.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tolkien, el maestro...
Gracias por tu comentario!!!
Que te voy a contar de la literatura fantastica...m encanta!! bueno, jijiji, casi toda. Ahora estoy con la ciencia ficción, pero con una obra que mezcla el futuro con la mitoligía clásica: Se llama Illion (y olimpo, la segunda parte), sobre la guerra de troya. Su autor, Dan simmons, que siempre recomiendo.
Y lo ultimo de fantasía, la espada de fuego, de Javier negrete, muy buena, aunque da pie a un 3º libro, pero el autor ...se hace de rogar.
Besines!

amc dijo...

El silmarillon es un libraco bastante más entretenido que el Señor de los anillos y mucho más épico.
Posiblemente el principio se haga duro pero no decepciona.

Nahuel Araujo dijo...

Recién terminé de leerlo y me dejó una importante capa de melancolía jaja
Al menos sé que a otras personas les pasó lo mismo. Muy bueno el post

Galastah dijo...

Nahuel Araujo, tenía tu comentario pendiente de moderación, olvidado como el resto del blog. Ahora que lo he retomado aprovecho para enmendar el error. Gracias por tus apreciaciones, y si te gustó esa capa de melancolía a pesar de todo (a mí, en el fondo, me encanta esa sensación), te recomiendo la imponente saga de Malaz, de Steven Erikson, una obra de "Fantasía trágica" estupenda.

Siguiendo la recomendación de Amc, me leí "El Silmarillion" y sí, valió mucho la pena.