jueves, 17 de enero de 2019

LOS JARDINES DE LA LUNA, LA MAGIA EXTRAÑA Y SUBYUGANTE DE MALAZ

Malaz, el Libro de los Caídos...
Imprescindible...
Una obra maestra de la Literatura Fantástica...
No desmerece a "Canción de Hielo y Fuego"... (¡Cómo odio las comparaciones con Canción de Hielo y Fuego!)

¡Tengo que leerme esto sin falta! ¡Tengo que conocer Malaz! Pero por otra parte...


Te sientes perdido hasta, como mínimo, el primer tercio del libro.

El primer libro es el peor y el más lioso.
Es una lectura difícil, no apta para todos los públicos.
"Cuando tuve que enfrentarme a escribir este prólogo, pensé durante algún tiempo en usarlo como instrumento para suavizar el golpe, para minimizar la impresión de ser lanzado desde una gran altura a unas aguas muy profundas". (Steven Erikson dixit).
    
      A esta avalancha de opiniones contrapuestas me enfrenté cuando me estaba planteando adentrarme en el mundo de Malaz. Incluso, hace tiempo, cometí la imprudencia de comenzar el segundo volumen sin pasar por el primero; obviamente, lo dejé dos páginas después con la impresión de que ese libro no tenía ningún sentido y, tal y como decían, era un auténtico caos (sí, admito que a veces, en cuestión de libros, me comporto de manera temeraria).

     Al fin ganaron la curiosidad, la necesidad de encontrarme con una saga que me absorbiera después de pasarme el verano en la Era Hiboria (por cierto, genial edición la de Crónicas de Nemedia) y, por qué negarlo, ese punto de reto consistente en vencer las dificultades que planteaba Malaz y que habían derrotado incluso a lectores de fantasía curtidos (ojo, la que escribe no ha podido con la famosísima, maravillosa e imprescindible Canción de Hielo y Fuego, soy de estómago delicado y no logro empatizar con los personajes, pero ése es otro tema a tratar con detenimiento en otra entrada). 

    Así que decidí lanzarme a la piscina, aunque no sin tomar precauciones, y me saqué de la biblioteca (en vez de comprarlo) Los Jardines de la Luna. Empecé a leer el libro con bastante respeto, dispuesta a sentirme perdida y humillada y jurándome aguantar hasta el famoso primer tercio aunque no entendiera ni jota. Y lo cierto es que no hizo falta llegar a ese punto crítico (aunque fui muy consciente de cuándo pasé el trópico y me felicité a mí misma esbozando una sonrisa de satisfacción y triunfo) porque la historia logró absorberme casi desde el principio (recuerdo cómo me estremecí de pura expectación cuando se abrió la primera senda; aquello era magia, magia de la buena, justo lo que estaba buscando en un libro de Fantasía).

    Amparada por el mencionado margen del primer tercio, seguí y seguí leyendo, desgranando páginas, y cuando quise darme cuenta, la epopeya que es Malaz me había entrado en vena y la cosa ya no tenía remedio. En cuanto a la cuestión de si es dura o difícil de entender... Lo cierto es que sí que hay que soportar algunos momentos de incertidumbre y se hace inevitable consultar el glosario en más de una ocasión (por cierto, tendrían que darle un premio al que lograra encontrar algún lugar que no sea Darujhistan en ese endiablado mapa); no es menos verdad que a veces te asalta la rémora de que algo se te escapa, como dice mucha gente, pero... ¿qué tiene esto de malo? Nos quejamos a menudo de que la fantasía es previsible y recorre caminos trillados, y luego también nos quejamos de que una obra mantenga un "misterio primordial" que esquive al lector. ¿En qué quedamos? Además, por supuesto que se nos escapa algo: nueve volúmenes más, todos ellos de gran tamaño. ¿En serio alguien sería capaz de sostener una historia interesante durante diez volúmenes si no se las apañara para que conservase cierto aire enigmático? Yo no me atrevería a intentarlo. Por mí, el mundo malazano puede seguir guardando su misterio por muchos tomos más.

    No obstante, reconozco que cuento con cierta ventaja: soy muy conformista y me resulta muy sencillo suspender la incredulidad cuando leo Fantasía. Donde otras personas se hacen preguntas sin tregua, yo me limito a aceptar lo que hay: que alguien hace una magia extraña... pues bueno, la magia es extraña por definición, si no, no sería magia; que me hablan de unos Abrasapuentes a los que no parecen ni conocer en su casa a la hora de comer (más adelante te das cuenta de que sí son bastante conocidos), yo trato de quedarme con los nombres y punto: soldados, gente del ejército, ya lo entenderé cuando toque. Esa falta exasperante de sentido crítico me ayudó a que el trauma con Los Jardines de la Luna se quedara en una ligera inquietud que se disipó rápido.

     Una vez superada la prueba de aguante, el mundo de Erikson se me reveló tan rico, tan fascinante, tan inagotable, que no tuve más remedio que rendirme y sumergirme en sus sendas mágicas, encontrándome a cada paso razas de mortales e inmortales, barajas de Dragón (¡disfruté como una enana cuando Velajada realiza la tirada!, ¡mejor que una de Tarot!) e incluso mundos oníricos (¡ay, Kruppe, qué buenos ratos he pasado dentro de tu cabeza dormida!), quedándome boba con las descripciones de ambientes que - pensaba a cada paso - sería increíble ver recreados en pantalla.


     Y los personajes... ¡ay, Señor, qué personajes! Es sobre todo por ellos que me gustaría ver una serie basada en la obra de Erikson, porque no son un vomitivo hatajo de impresentables codiciosos ávidos de poder, sino que muchos de ellos incluso tienen principios morales sólidos sin que eso los convierta en unos moñas atontados. Y en estos tiempos de cinismo extremo en los que a menudo los personajes con ética son considerados tontos y flojos, este enfoque me parece valiente, y mucho más si consideramos que tampoco son perfectos santos o, por oposición, malos malísimos, sino que todos tienen sus luces y sombras y sus motivaciones propias.

     ¿Pero de qué va esta saga?, ¿cuál es su premisa básica? Bien, Malaz es un imperio joven que no deja de expandirse. El emperador Kellanved lo convirtió en una entidad política fuerte, pero fue depuesto y asesinado junto a su mano derecha, Danzante, por Torva, la líder de la Garra (asesinos imperiales con nociones de magia). Tras librarse del emperador, Torva tomó el cetro con el nombre de Laseen y desde entonces continuó desarrollando la empresa expansionista de su antecesor. Eso implica que el imperio malazano se halla sumergido en conflictos bélicos constantes, pero en estos conflictos no sólo intervienen las armas convencionales, sino también la magia (cada unidad integra en sus filas un cuerpo de magos), y parecen concernir a un abultado catálogo de personajes, incluyendo a inmortales y a razas ancestrales. Todos ellos conforman la urdimbre de este magno tapiz que es Malaz.

     Como ya he dicho, son en gran medida sus personajes los que hacen que Los Jardines de la Luna y Malaz sean tan grandes. A continuación describo algunos de ellos (no todos, son un montón), sin revelar aspectos importantes de la trama. El orden es aleatorio y no refleja una preferencia (bueno, en el caso de mi querido Ganoes Paran sí, él va a la cabeza).


GANOES STABRO PARAN: Joven capitán malazano que es captado por Lorn, consejera de la emperatriz, para una oscura misión que tiene como objetivo a los Abrasapuentes. A consecuencia de ello, Paran se pasa la mayor parte de sus intervenciones cargando con una crisis de valores nada despreciable, porque Ganoes es, y de esto no cabe la menor duda a pesar de sus conflictos morales, un personaje honorable. Su carácter tiene, además, unos rasgos de gravedad, patetismo (en la primera acepción de "patético", no en la segunda) y tendencia a la tragedia que me lo hacen irresistible. 

ANOMANDER RAKE: Hijo de la Oscuridad (literalmente), Tiste Andii de piel negra como la noche y cabello plateado, Señor de Engendro de Luna - una fortaleza-montaña que flota y puede desplazarse de un lugar a otro, personificación del enigma y el misterio. Existe algo curioso con respecto a este personaje, algo de lo que no me di cuenta al leer el libro, sino este estupendo artículo del mismísimo Erikson, Anomander Rake y el punto de vista,, traducido por Daniel Garrido e incluido en su blog El Caballero del Árbol Sonriente. 
En él, el autor de Malaz nos revela que sólo en una ocasión toma el punto de vista de Anomander Rake como referencia. En el resto de ocasiones sabemos de él por los otros personajes: cómo lo ven, qué piensan de él, qué sienten en su presencia... Y es precisamente de esa manera, esquivando el punto de vista del Señor de Luna, como consigue revestirlo del halo legendario que lo convierte en favorito de muchos lectores. 



KRUPPE: Ciudadano de Darujhistan y, de seguro, uno de los magos más capacitados que puedan existir, aunque su aspecto bonachón y orondo no lo haga sospechar. Se pasa el día metido en la taberna, tragoneado sin parar, pero por la noche se mueve como pez en el agua en el mundo de sus sueños, firmando algunos de los fragmentos más magistrales del libro en sus viajes oníricos. Habla de sí mismo en tercera persona y... ¿qué más se puede decir de él? Sin duda es uno de los personajes más grandes jamás creados, y está entre mis favoritos del universo de Erikson.

WHISKEYJACK: Veterano de mil batallas, sargento del noveno pelotón de los Abrasapuentes y miembro de la vieja guardia del depuesto emperador Kellanved. Tal vez por eso a la emperatriz Laseen le resulte incómodo y desee purgarlo sin llamar demasiado la atención. Whiskeyjack ha visto demasiadas cosas y conoce lo peor de la condición humana. Puede que no le quede fe, pero hará todo lo posible por proteger a sus hombres. Otro personaje ante el cual quitarse el sombrero.






VELAJADA: Maga del segundo ejército y experta intérprete de la Baraja de Dragones. Tiene más de doscientos años de edad, aunque su apariencia es la de una joven corpulenta y un poco gruesa, con un atractivo nada despreciable cuando sustituye el uniforme por ropa más favorecedora, como constatará Toc el Joven (y no sólo él). Al ser ascendida a un cargo de más responsabilidad se gana la antipatía de Mechones.


MECHONES: Mago que aparece destrozado y al borde de la muerte en la primera escena bélica del libro y luego da más guerra que el Muñeco Diabólico. Y no, la comparación no es casual...



KALAM MEKHAR: Antiguo asesino de la Garra que forma parte del 9º pelotón de los Abrasapuentes. De raza negra, complexión de armario ropero y habilidad consumada para la lucha con cuchillos. Protegido por su amigo Ben, recorrerá Darujhistan a través de sus calles y sus tejados para cumplir las misiones de su unidad. 


BEN, EL RÁPIDO: Mago del 9º pelotón. Aunque alguien podría cometer el error de considerarlo un hechicero del montón, posee una habilidad consumada y hasta es capaz de dejar en ridículo a algún que otro Ascendiente. Amigo del alma de Kalam, ambos son como uña y carne. 



VIOLÍN: Zapador de los Abrasapuentes, experto en explosivos. Hace lecturas espontáneas de la Baraja de Dragones mientras su amigo Trote se inventa complicados juegos con las cartas. Tiene barba pelirroja y un aspecto bastanteo estropeado para su edad.

LÁSTIMA: Jovencísima recluta de los Abrasapuentes con muy pocos remilgos a la hora de matar y torturar. Su conducta despiadada llega a alarmar a sus compañeros de armas, más curtidos y con muchos más años que ella.

DUJEK UNBRAZO: Puño del ejército malazano a cuyas órdenes sirve Whiskeyjack (ambos son viejos amigos). Es un hombre curtido en la guerra, de rostro deformado por innumerables cicatrices y, como su apodo indica, más manco que Cervantes.


TOC EL JOVEN: Su padre, Toc el Viejo, fue una de las víctimas de las purgas de la emperatriz Laseen. Toc sirve en el ejército y su rostro sufre graves heridas durante la toma de Pale. Otro personaje al que cogí mucho cariño.

LORN: Consejera de la emperatriz, una mujer joven y comprometida con su labor, a pesar de que ésta le sea ingrata a menudo y que ponga en jaque sus principios morales, pero ¿quedan principios morales tras el severo y despiadado entrenamiento para asumir en uno de los cargos más elevados del imperio?

ONOS T'OOLAN: Guerrero t'lan imass conjurado por Lorn para que la ayude a hacer una faena complicada al servicio del imperio. Los t'lan imass son una raza ancestral de no muertos con el aspecto de decrépitos cadáveres que no acaban de morir nunca; la manera en que Erikson los usa para darle "profundidad temporal" a la historia, valiéndose de sus recuerdos, me parece muy ingeniosa.

AZAFRÁN: Joven daru (de Darujhistan) que se mete en un lío muy gordo mientras se dedica a recorrer los tejados de su ciudad para ejercer el noble arte del latrocinio. La primera escena que protagoniza me pareció la versión seria del examen de Tepic para el Gremio de Asesinos en Pirómides, de Terry Pratchett.


BARUK: Alquimista Supremo de la Cábala de Darujhistan y miembro de una tupida red de espionaje con fines políticos existente en la ciudad.

RALLICK NOM: Asesino y espía de Darujhistan con una venganza pendiente. Otro de mis favoritos, sobre todo por su conducta protectora con Azafrán.

TRONOSOMBRÍO, COTILLION Y LOS NUEVE MASTINES: Tronosombrío, también llamado Ammanas, es un Ascendiente (una especie de semidiós) que regenta la Casa de Sombra. Cotillion ejerce como su segundo, y sus lugartenientes son nueve cachorritos del tamaño de ponis que forman su corte. Cuando aparecían los mastines de Sombra yo me relamía, sus intervenciones no tienen desperdicio y siempre, siempre, garantizan acción y emociones fuertes.






OPONN: Ascendientes gemelos - hombre y mujer - que rigen la mutabilidad de la suerte. Nadie puede estar tranquilo si Oponn anda cerca, pues cualquier situación, por clara que parezca, puede tornarse inestable en un abrir y cerrar de ojos.





EL EMBOZADO: La Muerte en el mundo de Malaz. Morir equivale a cruzar las Puertas del Embozado. Los personajes lo tienen en la boca a cada minuto. Si hasta juran por él...


ARPÍA: Madre de los Grandes Cuervos y servidora de Anomander Rake. Me gusta a mí este pajarraco...


A partir de este punto pueden desvelarse algunos detalles que, si bien no son spoilers propiamente dichos, probablemente a algún lector le guste descubrir por sí mismo. Quedáis avisados.

     Además de sus personajes, que son un enorme aliciente para leer Malaz (sobre todo cuando estableces tu lista de favoritos y comienzas a seguirlos como si tuvieran una cuenta en alguna red social, esperando como agua de mayo sus intervenciones, sus "actualizaciones"), lo que más me enganchó de esta saga fue la enorme cantidad de magia que contienen sus páginas (no entiendo cómo no chiporroteaba el libro cuando estaba cerrado, cual grimorio de la biblioteca de la Universidad Invisible). Ya lo he mencionado, pero es que creo que merece la pena recalcarlo. 

     Creo que fue a finales de 2017 y durante el invierno y la primavera de 2018 que experimenté un súbito parón y hastío de mi género favorito, y eso me tenía seriamente preocupada. "Yo amo la fantasía, ¿qué me está pasando?", me preguntaba, desesperada. Lo intenté con Brandon Sanderson, y a pesar de reconocer que es buen escritor y que la que tenía entre manos era una buena historia, no acababa de atraparme del todo. Cuando me sorprendí dando cabezadas con el primer volumen de El Archivo de las Tormentas en versión e-book entre las manos durante una sobremesa especialmente plácida, empecé a interrogarme en serio por lo que echaba a faltar en la Fantasía que estaba leyendo para llegar a esos niveles de desmotivación y tedio. 

     La desesperación llegó a ser tan tremenda que hice lo que nunca creí que haría: echarme en los musculosos brazos de Conan. El género de espada y brujería siempre había sido para mí anatema: yo soy de fantasía épica, no presto atención a fortachones sin seso que lo arreglan todo a base de espadazos, yo tengo dignidad y me gustan las cosas finas... Pues bien, Conan fue exactamente el revulsivo que necesitaba, y descubrí una vez más lo estúpidos que pueden hacernos ser los prejuicios. Aparte de que el cimmerio no tiene un pelo de tonto, me encantaron los ambientes densos trazados en pocas palabras que Howard era capaz de crear, la fuerza y viveza de su prosa y, sobre todo, la cantidad de hechiceros de mala baba que aparecían en sus páginas. ¡Eso era! ¡Hechicería!, ¡magia! Eso era lo que faltaba, o lo que no estaba presente en las cantidades industriales en las que yo la necesitaba, en la literatura fantástica que venía leyendo.

     Recuerdo una vez que alguien, al saber de mi afición por la Fantasía, me preguntó si mis personajes favoritos eran los guerreros (¿o fueron los príncipes?). Le contesté que no, arrugando el entrecejo mientras buscaba la respuesta correcta. "¿Los magos?". Sí, ésa era la respuesta correcta: los magos, los hechiceros, las brujas... Ésos son mis personajes favoritos de Fantasía (junto con los héroes trágicos, que también pueden conmigo). Amo la magia de la magia, valga la redundancia: las conspiraciones y los temas de corte, la exploración de mundos... todo eso se me queda corto y me resulta insuficiente si no hay alrededor una elevada densidad de hechiceros usando sus poderes y sembrando el caos. Y eso que andaba intuyendo con Conan se hizo plenamente consciente para mí en la escena de la batalla de Pale, cuando unos magos malazanos se enfrentan al Engendro de Luna. 

     Si además de esa salsa, ese sabor imprescindible, me ofreces a Paran, que es el héroe-trágico-de-mis-sueños por excelencia, me tienes ganada para siempre (por cierto, que Paran es un héroe trágico lo supe en la primera escena, y cuando digo primera, me refiero al prólogo, donde aparece un Ganoes de doce años conversando con Whiskeyjack; no me preguntéis cómo lo hago, debe de ser un olfato especial). Porque, por si la magia no fuera suficiente, la obra de Erikson destila tragedia (y no sólo con el personaje de Ganoes Paran), un cierto regusto amargo y fatalista que es muy de mi gusto y me hace plantearme si no tendré una venilla sádica y perversa. 

     Sea como fuera, el sufrimiento grandilocuente, la solemnidad, el pesimismo existencial, la sensación de que los personajes están vendidos (¡la consciencia de los mismos personajes de estar vendidos!), de que pese a sus esfuerzos el mundo se va al garete... todo eso conecta conmigo de un modo especial. Hace poco leí en una opinión sobre Malaz precisamente esto, que Erikson era un melodramático, y sí, es una verdad como un templo. Es un melodramático, pero no hace melodrama barato: la tragedia de Malaz no es una tragedia de telenovela; es, si acaso, una tragedia "a la griega" (de hecho, algunas reseñas resaltan el "alcance homérico" de la saga, ahí es nada...). Sin embargo, eso no es óbice para que el humor esté presente, y no miento ni exagero si digo que Malaz me ha arrancado sonrisas y hasta risas.


Aquí supe yo que el pequeño Ganoes apuntaba maneras de héroe trágico, ¿alguien da más? Por cierto, la estupenda ilustración es de Michael Komark

     En fin, cuando un libro tiene magia, tragedia, personajes memorables, humor... lo único que resta es leerlo, sumergirse y dejarse llevar. Si lo intentáis con Malaz, tened presente la fuerza de las olas: dicen -yo, afortunadamente, no lo he comprobado en carne propia- que si una ola te envuelve y te arrastra, lo peor que puedes hacer es resistirte; si te resistes, el mar te engulle, pero si permaneces tranquilo y sigues el fluir de la ola, ella misma te deja en la orilla. No sé si es cierto, pero Malaz es así: si intentas controlar la historia, si necesitas tenerla agarrada por el mango, plegada a tu voluntad,  y a a tu entendimiento, acabarás frustrado, pero si te permites fluir con ella, descubrirás algo de proporciones épicas, una experiencia que merece la pena ser leída y sentida en toda su complejidad, en todo su apabullante esplendor.

*Al término de este artículo, ya voy por el tercer tomo de Malaz, "Memorias del hielo", y sigue mejorando con cada página.

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