miércoles, 16 de marzo de 2016

EL SUICIDIO ENTRE LOS ADOLESCENTES INDÍGENAS: UNA "EPIDEMIA" QUE ASOLA A LOS PUEBLOS ORIGINARIOS

Cuando era pequeña, a veces fantaseaba con la idea de pertenecer a alguna antigua tribu. Leía un libro o veía una película donde aparecía un pueblo ancestral y en seguida deseaba haber nacido en ese ambiente, así funcionaba mi imaginación. Me fascinaba la posibilidad de formar parte de un pueblo de fuertes y hondas raíces, poseedor de tradiciones y relatos milenarios, capaces de una relación más auténtica con la Naturaleza. 

Sí, sé que incurría en el mito del buen salvaje, que idealizaba una realidad a menudo dura y alejada de todo idealismo, pero en esos momentos ni siquiera sabía que ese mito existiese y en mi cabeza, la fantasía de pertenecer a un pueblo originario me seguía pareciendo fascinante.

Hace unos días me enteré, sin embargo, que mis sueños de niña contituyen una pesadilla real para demasiados jóvenes. Este artículo de Eldiario.es destapa la situación desesperada y angustiosa que viven muchos adolescentes de estos pueblos indígenas, y se de la manera más dura, con un testimonio, el de Nakkia Lui, una aborigen australiana, escrito a raíz del suicidio la semana pasada de una niña perteneciente a su pueblo.


La defino como niña a propósito, porque aunque Nakkia Lui habla de los problemas de la adolescencia, una criatura de diez años está, como mucho, frisando la pubertad. Que una persona se suicide es terrible; que lo haga una pequeña de diez años debería acaparar las portadas de todos los periódicos y hacernos reflexionar a todos sobre qué está pasando con la infancia y la adolescencia y, más concretamente, qué está pasando en estos pueblos para que el suicidio adquiera dimensiones de epidemia

En su testimonio directo, Nakkia Lui nos habla de discriminación por parte de la sociedad blanca de Australia: al aborigen siempre se le representa como la parte subdesarrollada de la sociedad, susceptible de convertirse en diana de burlas y chistes. Los cánones de belleza tampoco ayudan en absoluto a fomentar la autoestima entre los miembros de este pueblo, sobre todo las chicas. Su herencia racial se plasma en mujeres bajas, de caderas y pechos generosos, de rostros y narices generalmente anchas, que colisiona frontalmente con los modelos estéticos que se promueven hoy día en la sociedad occidental, de la que la población blanca de Australia, mayoritaria en la isla, forma parte. Como dice Nakkia Lui, "yo sólo quería escribir y ser actriz, pero no había nadie como yo  en los libros que leía en las películas que veía".  

Esta declaración en concreto llamó mucho mi atencn, y tras hacer unas búsquedas, me encontré con una chica aborigen que sí había podido cumplir su sueño de ser modelo. En seguida comprendí el "truco": Samantha Harris (nombre que no remite a los aborígenes ni de lejos) es sólo aborígen por línea materna y sus rasgos más indígenas son unos labios gruesos y una piel morena que dotan a su físico de ese exotismo tan buscado por las revistas de moda para reflejar a una mujer "racial" y "étnica". El éxito está asegurado, pero el del resto de mujeres aborígenes no, al menos en el mundo de la moda occidental y los cánones de belleza que suele manejar.

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Así, el mundo occidental, en un nuevo alarde de etnocentrismo, se apropia de los rasgos físicos que considera similares (o exóticos, pero no muy lejanos) a los suyos propios y los llama bellos, los coloca en portadas y, para colmo, nos cuenta la milonga de que esta chica es aborigen y el mundo de la moda es tan integrador y maravilloso que les hace el favor a todos los indígenas australianos de aceptar entres sus selectas filas a una representante de su pueblo. Mientras tanto, las adolescentes cuyo físico se puede encuadrar en el típico de su pueblo coquetean con la idea de quitarse la vida porque no pueden soportar formar parte de un mundo que diariamente les enseña a odiar lo que son.


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Pero no sólo se trata de una cuestión de autoimagen. Esta desesperación tan profunda que empuja a muchos niños indígenas a quitarse la vida tiene un claro componente de choque cultural. Antaño, estos pueblos fueron masacrados sistemáticamente por sus civilizados conquistadores. Hoy, la matanza es más sutil, pero mucho más profunda: se trata del deterioro de sus culturas al contacto con las exigencias y usos de la cultura occidental, de una pérdida de la propia identidad que incluso genera trastornos mentales "contagiosos" entre los adolescentes de estos pueblos, que derivan en epidémicos. Como ejemplo, este artículo sobre el suicidio y los problemas psicologicos que son su desencadenante entre las jóvenes kukama del noroeste de Perú, quienes acaban creyendo que tienen un espíritu dentro que sustituye su verdadera identidad. Y sí, por supuesto que existe este espíritu ajeno: se llama "cultura occidental postindustrial", y si para muchos de sus miembros (que nacen y se crían en ella) puede resultar alienante y devastadora, podemos imaginar lo que resulta de su aplicación a un colectivo tan alejado de sus parámetros. 


Así, los venes indígenas se hallan en un período tan delicado y decisivo en la formación de su identidad personal como lo es la adolescencia enfrentados a problemas tan titánicos como la intrusión en sus comunidades de la droga, la prostitución, la marginalidad, la pobreza y el desarraigo, unidos a un descarnado desprecio por parte de la cultura dominante. Definitivamente, mucho más que lo que cualquier adolescente puede soportar.

Finalmente, la herida tan profunda en la identidad de estos pueblos y sus jóvenes me hace pensar en una herida igualmente profunda en la Tierra, personificada en la multitud de agresiones al medio ambiente, que están cambiando y matando a pasos acelerados sus hábitats y formas de vida. Los hechos demuestran que la conexión milenaria que establecían con la Madre Tierra se está viendo seriamente amenazada. Para encontrar a los agresores, me temo, sólo tenemos que mirarnos al espejo, no personal, sino cultural, y reconocer los rasgos depredadores de nuestro modo de vida.

Para más información sobre esta cuestión, UNICEF ha publicado este estudio de libre descarga (lo que demuestra que es una realidad realmente preocupante): 

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