miércoles, 8 de abril de 2009

UNIFICACIÓN DE BLOGS (II): CIENTOS, MILES, MILLONES... TODOS

Aquí va el segundo artículo de mi antiguo blog. Se llama Cientos, miles, millones... todos y trata un poco de la fiebre consumista y cómo los medios de comunicación - incluso los informativos que se suponen públicos - fomentan a veces esta tendencia. Estaban por entonces muy cerca las Navidades, así que no os extrañéis de ver una foto de la Navidad del Corte Inglés. Siempre he considerado que las Navidades son una de las épocas donde más se pone de relieve el feroz consumismo de nuestra sociedad, aunque cualquier época es buena para reflexionar sobre este problema.
Como este artículo lo escribí en diciembre de 2007, cuando aún no eran palpables - o tan palpables - los efectos de la crisis que actualmente padecemos, a alguien puede parecerle extraño que alguna vez hayamos vivido bajo ese ambiente de opulencia. Pues sí, así vivíamos, y tal vez, sólo tal vez, éstas sean las consecuencias.



CIENTOS, MILES, MILLONES... TODOS


¿Habéis pensado alguna vez en la relevancia del número 100? Preguntad a un niño pequeño sobre él. Para un niño, el 100 es algo así como el techo de los números. No hay nada más allá de él, y si hay algo, son números mucho más misteriosos e innaccesibles. La prueba tangible de esta importancia la tenemos en los datos que a diario nos llegan en los medios de comunicación. Si a una manifestación o a un concierto asistieron cientos de personas, es para tener en cuenta, aunque sólo fueran 200 que, para ser rigurosos, entra dentro de la consideración de "cientos" y la verdad, supondrían una audiencia escasa en los eventos citados.

Pero si el cien nos parece poco importante, no hay por qué preocuparse: tenemos el 1000. Si un disco o un libro vende miles de copias, son éxito asegurado y entran en todas las listas de ventas y bestsellers por la puerta grande. Miles de espectadores convierten en taquillazo una película o acreditan de sobra una exposición. ¿Y qué me decís de los millones? Millones de personas aseguran la inmortalidad de cualquier evento, acto u obra. Y después de los millones, sólo resta el todo, el 100%.

En los últimos días estoy percibiendo en la tele, y lo que es más grave, en los informativos, una tendencia peligrosa a abusar de absolutos, de miles y tantos por ciento elevadísimos para referirse a un tema tan manido como la Navidad. Y digo "percibiendo" porque es una impresión personal, tal vez sólo una paranoia, pero que me resulta peligrosa por lo que puede suponer por su influencia en la ciudadanía. Ya es Navidad (en el Corte Inglés desde noviembre, creo), o al menos se huele muy cerca, y en los informativos se toma el pulso a la realidad social de maneras muy curiosas: se comenta la previsión de la ocupación hostelera en las próximas fechas, se habla de las multitudinarias y carísimas compras de Navidad, se aconseja a los padres precaución en la adquisición de juguetes para sus hijos... Todo ello muy lícito (o no, ya hablaré de la conveniencia de estas noticias en un informativo unos párrafos más adelante), pero con un abuso de los adjetivos y los numerales absolutos. Fijáos en ello, os va a resultar muy fácil, sobre todo por las fechas que se aproximan. Cada vez se harán más populares las siguientes frases: "Las previsiones hosteleras nos hablan de un incremento de cientos de reservas para las fiestas más importantes del año", "Las cada vez más populares comidas y cenas de empresas se disparan en estas fechas, adelantándose incluso casi un mes a las Navidades por la falta de plazas", "Todo el mundo celebra la popular Nochevieja con alegría y excesos", "Cientos de españoles realizan ya desde hoy sus compras navideñas para evitar prisas de última hora", "Cientos de personas se convocarán esta noche ante la Puerta del Sol para dar la bienvenida al nuevo año", "Este año, los españoles gastaremos X millones de euros en nuestras compras navideñas, aproximadamente X (seguro que cientos) euros por persona", "Un año más se superarán las previsiones y miles de personas llenarán hoteles y salas de fiesta para celebrar la noche más importante del año, que resultará también la más cara, ya que se prevee un gasto de X (cientos) de euros en gastos de cena, vestidos y peluquería" y un largo etcétera capaz de marear a cualquiera.
Todas estas cifras transmiten una abrumadora sensación de totalidad que acaba por empujar a una vorágine de consumismo y gasto a mucha gente, y cuidado que he dicho "mucha", no toda, por supuesto, y a un estado de miseria anímica a muchas otras. Porque si todo el mundo compra bolsas y bolsas de artículos navideños, si todo el mundo coloca en su casa un abeto que más bien parece una sequoya, si todos celebran cenas de empresas, compran centollos para Nochebuena, cena en un hotel carísimo en Nochevieja vestido de gala y peinado por la estilista de Titanic mientras disfruta de cotillón (a saber, música reaggeton y otros insultos a la palabra "música" disfrazados con un gorrito cuya goma durará con suerte tres horas y un collar de hawaina de dudoso gusto) y barra libre, si todos hacen todo esto... ¿Qué pasa con mi modesto plan de Nochevieja? (porque sí, he de decir a los malpensados que sí tengo plan para Nochevieja), estarán los pubs de entrada libre vacios, ¿no?... Pues resulta que no. Resulta que cientos (y ahora sí que es justificado) de personas abarrotan los pubs de entrada libre (o semilibre), por no contar con los miles de personas que, sin ser indigentes, no tendrán centollo en su mesa o no taparán el tronco del árbol con medio catálogo la tienda de juguetes para sus hijos.
No obstante, las cifras mandan, y atan nuestra mente, y nos hacen pensar, aunque sea por un breve instante antes de recuperar la cordura, un efímero segundo, que perteneciendo a esos cientos o miles de los que hablan en los informativos alcanzaríamos la dicha más absoluta. La publicidad - y últimamente también los informativos - juegan con nuestro instinto gregario, nuestro desesperado intento de pertenecer a un grupo, a un todo, y de evitar la exclusión, el maldito ostracismo del diferente, del que se ha quedado sin iguales, sin colectividad a la que pertenecer, así que los mensajes como "Que no te lo cuenten", "¿Te vas a quedar sin él?", "No te quedes fuera", "Siempre hay alguien mirando", "Todo el mundo tiene ya un ... ¿y tú?", "Sé uno de los afortunados que puede presumir de..." calan en todos nosotros, y nos hacen, incluso a nuestro pesar, sonreírnos y felicitarnos cuando hemos adquirido ese popular producto, cuando hemos ido a ver esa peli de la que todos hablan, cuando nos contamos entre todos los que asistieron a tal o cual evento. Esto no es negativo, por supuesto, siempre que sea libre, pero ¿lo es?
De estrategias publicitarias todos sabemos un poco. El problema es cuando los informativos entran en esa dinámica. Estoy de acuerdo con que se cuentan dentro de las tareas de un programa de información exponer cómo se vive en la sociedad unas fechas como son las Navidades. Sobre esto podrían incluso realizar interesantes estudios sociológicos como el cambio de la fiesta religiosa a la fiesta desacralizada que la mayoría vivimos hoy en día, o los hábitos de consumo, y por supuesto, advertir sobre los juguetes peligrosos, pero sin dejar de lado que la realidad no es tan totalitaria y absoluta, que existen márgenes, que no todo el mundo hace lo típico, o lo que ellos han convertido en típico. Deberían ser conscientes de que usando esos datos tan absolutos o difundiendo informaciones en muchos casos sesgadas están no sólo exponiendo una realidad, sino creando esa misma realidad.
Me viene a la memoria una anécdota: Hace ya algunos años tuve la desgracia de volver de Madrid a Alicante en el puente de la Constitución y la Purísima. En Chamartín me abordó Televisión Española para preguntarme si iba de puente; les dije que no, que simplemente había estado resolviendo unos asuntos en Madrid y que volvía a casa. Esa entrevista, por fortuna para mí, no se emitió al día siguiente en el telediario, por la simple razón, y esto sí es preocupante, de que no iba de puente. Sólo salen las entrevistas en que la gente habla de sus vacaciones, con lo cual nos da la impresión de que todo, todo el mundo goza de un puente generoso y con vacaciones en la costa. Trasladándonos a la actualidad, me parece vergonzoso padecer más de veinte minutos de información festera y navideña en un informativo (el de Canal 9, concretamente), como igual de vergonzosos serán los informativos llenos de cenas navideñas, regalos y loterías de las fechas que nos esperan, también los de las cadenas públicas. No sólo le tomarán el pulso a la realidad social, sino que se excederán otro año comentando una y otra vez cotarros de todo tipo, con alguna referencia a la Nochebuena en los albergues para pobres para quedar bien o los actos de caridad de los jugadores de la liga regalando juguetes en los hospitales. Esos serán los únicos retazos de dura realidad que salpicarán nuestras fiestas navideñas. Me pregunto, finalmente, si las empresas que ponen de ejemplo en los reportajes pagarán algo en concepto de publicidad, ya que su nombre se difundirá en televisiones públicas que todos (y ahora sí que es válido) pagamos.

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