domingo, 10 de agosto de 2008

EL PINTOR DE PESADILLAS (III)

- ¿Puedo escoger el que quiera?
- Ya te lo he dicho. ¿Por qué tienes la dichosa manía de hacerme repetir las cosas? - protestó Vhalan. No lo decía en serio. Adoraba a su hermano, pero le resultaba sumamente embarazoso tenerlo en su estudio examinando sus trabajos.

Le había prometido uno de sus cuadros para su mitad de año. Llamaban así a la fecha en que se cumplía el medio año desde el cumpleaños anterior y hasta el siguiente. Nadie más celebraba aquello, por supuesto; ni siquiera existía, era un invento de los dos hermanos, cuando de pequeños les parecía insuficiente tener un solo cumpleaños al año. Se reunían los dos, intercambiaban regalos y celebraban una pequeña fiesta. A pesar de ser algo propio de la niñez, lo habían mantenido en su edad adulta con tanto o más puntualidad que el cumpleaños oficial.

Takder se acercó con cautela a la espalda de su hermano, que se hallaba totalmente enfrascado en la realización de su última obra. Era un dibujo al carboncillo, de trazos sinuosos y retorcidos. Le resultó extraño: las pinturas de su hermano solían tener un colorido eléctrico, incluso escandaloso para los bien educados ojos de la aristocracia, que tachaban a menudo sus creaciones de obscenidades pictóricas.

- ¿Por qué no utilizas color?
- Porque no tiene.
- Eso ya lo veo, ¿Y por qué no tiene?
- Porque es en blanco y negro, ¿acaso no te das cuenta de que estoy utilizando carboncillo?

Takder suspiró pesadamente. Conocía bien el juego de su hermano de la respuesta obvia y circular en el que era un verdadero maestro. A menudo usaba la técnica con los cortesanos ávidos de cotilleos: "¿Cuando os casaréis, mi señor? El día de mi boda" era una de sus más célebres respuestas. Normalmente, un par de respuestas obvias en su tono cortante solían ser suficientes para que alguien se diera cuenta de que el príncipe no deseaba contestarle y cesara su interrogatorio. Sin embargo, casi nunca usaba ese juego con él.

- ¿Te molesto? - preguntó con cuidado.
- Estoy pintando - fue la respuesta de Vhalan, y la subrayó con un suspiro impaciente para subrayar su obviedad.

Takder observó con detenimiento el dibujo que nacía de las manos nerviosas de Vhalan. Le resultaba sencillamente fascinante el modo en que, con trazos cortos, que aislados no serían más que líneas informes, lograba componer una imagen. Habiendo sido adiestrado por el mismo Vhalan, Takder se sentía con la suficiente autoridad para interpretar sus pinturas, pero aquel dibujo realmente escapaba a su capacidad de análisis: parecían varios compartimentos superpuestos de paredes inestables.

- ¿Qué estás representando?
- Una casa.
- Pues es la casa más extraña que he visto jamás.
- También yo - fue la inquietante respuesta de Vhalan. Acto seguido, se levantó y se alejó un tanto del cuadro para estudiar su efecto general - Esto es una maldita chapuza - dijo entre dientes con la respiración entrecortada, y acercándose con rabia arrancó el papel del caballete y lo hizo a un lado con disgusto. No lo rompió: había una fábrica de papel en Grenferok, pero no era demasiado activa, y seguía el ejemplo de la fábrica de Waist-Hamron, una ciudad-estado de la costa sur. El papel, al menos el de calidad, seguía siendo una materia preciosa y restringida, y las reservas de Vhalan, normalmente bien conservadas, habían sufrido una merma considerable en las últimas semanas. Pensó que destinaría el papel para pruebas de color o para borradores, como tantos otros de los últimos tiempos.
- Pero Vhalan, no puede ser una casa, tiene los límites entre estancias muy inestables, como si una sala se confundiese con otra.
- Ya lo sé, pero es que es así - replicó el pintor con un gesto de impotencia.
- ¿Esto lo has soñado esta noche? - preguntó Takder en tono de confidencia. Sabía que su hermano pintaba a menudo escenas y ambientes relacionados con sus sueños, o más bien con sus pesadillas, porque el príncipe heredero no concebía soñar con aquellas aberraciones demasiado a menudo y seguir cuerdo.
- Sí - respondió quedamente. No dijo que llevaba tres semanas soñando lo mismo, no quería inquietar a su hermano.
- La simbología de los sueños dice que cuando sueñas con una casa, en realidad la casa eres tú mismo...
- Ya sé lo que dice la maldita simbología, pero no se trata de eso - interrumpió Vhalan impaciente.
Tampoco le había dicho a su hermano que llevaba tres semanas intentando pintar aquel sueño, que había probado con varias técnicas pictóricas, y que el caos de la imagen original era tal que no lograba reproducirla. Se le erizó el vello sólo de pensarlo: por muy difícil que fuese un sueño, o una imagen, Vhalan siempre había encontrado el modo de representarlo o de evocarlo con sus pinturas, pero aquella casa simplemente lo sobrepasaba. Miró a Takder y se sobresaltó: su hermano miraba el fallido dibujo con un gesto fascinado que jamás le había visto.
- Tiene mucho sentido, ¿lo sabías? Tu técnica es muy buena, parece como si el dibujo oscilara, tiene un dinamismo interno fabuloso, es...
- Es casi tan grotesco como que el príncipe heredero de Grenferok se dedique ahora a la discusión artística. ¿No te parece que llegamos tarde a la clase de esgrima?
Takder asintió, pero siguió mirando el dibujo. Nunca ninguna obra de arte había sido capaz de captar su atención de aquella hipnótica manera. Al principio había mirado el dibujo de forma casual y poco entregada, pero en cuanto fijó sus ojos en él se percató de que era muy difícil volver a despegarlos, volver a mirar otra cosa que no fuesen las espirales hipnóticas, el raro caos de estancias superpuestas, las escaleras infinitas que acababan en el mismo lugar en el que habían comenzado, las ventanas abiertas a dimensiones eternas.
- Este dibujo... cuando lo miro tengo la impresión de que estoy dentro de él - balbució - Es desasosegante, pero hipnótico, fascinante...
- Vamos, llegaremos tarde - insistió Vhalan - Es un fiasco, no lo mires más - añadió. Parecía sereno, pero su interior temblaba como nunca hasta entonces lo había hecho, porque a diferencia de otras de sus creaciones, él también se sentía al dibujar como si hubiese caído de lleno en uno de sus sueños, como si estuviese protagonizando la peor de sus pesadillas - Vamos - repitió con voz autoritaria, cogiendo a Takder del brazo.
Cuando salieron por la puerta, su hermano se detuvo para volver a mirar hacia el estudio, estirando el cuello en un vano intento de mirar aunque fuese por última vez el dibujo. Vhalan se propuso en ese momento destruirlo, acabar con todos los dibujos de la casa, romperlos en trozos tan pequeños que hicieran imposible su reparación o mejor, reducirlos a cenizas para que el fuego se llevase su amenaza.

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